Punto de quiebre

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

Cuando se estrenó, allá por 1991, Punto Límite se convirtió en más que una película de acción. La historia de Johnny Utah (Keanu Reeves), un agente del FBI infiltrado en una banda de surfers ladrones de bancos, liderados por el carismático Bodhi (Patrick Swayze), presentó una subcultura y, sin abandonar los tiroteos y persecuciones, profundizó en el contenido (la espiritualidad y el compañerismo frente al materialismo) y los personajes, que ya son icónicos. Por supuesto, gran parte del mérito le pertenece a la directora Kathryn Bigelow. ¿Y qué decir de una nutrida banda sonora, compuesta por abundante hard rock del bueno? Un clásico que sigue siendo redescubierto por nuevas generaciones… y que dio pie a Punto de Quiebre, la inevitable remake.

La premisa sigue siendo la misma: Utah (ahora Luke Bracey) se mezcla con el grupo de Bodhi (ahora Édgar Ramírez), y aunque estén en distintos lados de la ley, habrá una empatía, o algo así, entre ambos. Pero esta vez los criminales no son surfistas californianos que asaltan con máscaras de ex presidentes de los Estados Unidos (aunque algo de eso hay al principio), sino que todos, incluyendo a Johnny, son especialistas en deportes extremos: surf, snowboard, escaladas y demás. El detective también descubrirá pronto que Bodhi se comporta como un Robin Hood del siglo XXI en relación a ocho peligrosas pruebas que implican desafiar a la naturaleza en todos sus aspectos y parajes.

La remake toma los aspectos más superficiales de la original y le suma más acción y más lugares exóticos y riesgosos, al estilo de las aventuras de James Bond. Sin embargo, y aunque el guionista Kurt Wimmer se preocupó en agregar detalles de la historia de los protagonistas, el alma de la película del 91 se perdió en medio de las impactantes proezas físicas. Édgar Ramírez se las ingenia para quedar algo mejor parado que el resto y Luke Bracey es tan inexpresivo como Keanu, pero nunca se produce una química tan sólida como la de Swayze y Reeves en aquella oportunidad. Lo mismo se aplica a los personajes secundarios, empezando por el interés romántico de Johnny (Teresa Palmer, la Kristen Stewart australiana) y Angelo Pappas, inmortalizado por el inefable Gary Busey en el film de los 90 y hoy encarnado por un desaprovechadísimo Ray Winstone.

Una película que sí captura lo mejor de Punto Límite, al punto de ser un refrito no oficial (y más logrado), es la primera Rápido y Furioso: los lazos entre los personajes, la adrenalina, la frescura, la onda. De hecho, el director Ericson Core fue director de fotografía de Rápido y Furioso, que tuvo secuelas más en la línea de 007… Todo tiene que ver con todo.

Punto de Quiebre se destaca por la espectacularidad y por paisajes bien filmados, pero sacrifica la esencia que hizo único al film de Bigelow y termina siendo un compilado de secuencias de deportes extremos rellenados con clichés. La nueva versión de Punto Límite resultó una copia desabrida y costosa de las recientes andanzas de Toretto y su familia.