Puertas adentro

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Enajenadas

Una de las primeras películas que vienen a la mente al ver Puertas adentro, título poco feliz para Musarañas -2014-, es aquella perturbadora y claustrofóbica À l''intérieur -2007-, donde el encierro patológico es el eje de la narración. Del mismo modo que la violencia se apodera de la película francesa en momentos donde la enajenación de sus personajes es asombrosa, la opera prima española, dirigida a dúo por Juanfer Andrés y Esteban Roel, cuenta –no azarosamente- con la rúbrica de Alex de la Iglesia y confirma el excelente estado de salud del cine ibérico en materia de género y mucho más de mixtura de elementos genéricos como es el caso de este film en el que el suspenso, el gore, el grotesco y el terror paranoico se entrelazan en un relato de una tensión constante, en el cual se llevan los laureles las dos actrices seleccionadas para los papeles de Montse -Macarena Gomez- y la niña -Nadia de Santiago-.

Ambas, fueron encerradas por un padre déspota -Luis Tosar-, al fallecer su madre. Fanatizado con la doctrina católica, en un ambiente donde el afuera es sinónimo de pecado y el adentro de castigo por futuras actitudes pecadoras de cualquiera de sus habitantes. Ese es el encierro que padecen las hermanas, aunque con diferencias entre la más joven, quien puede gozar de una libertad limitada cuando sale a la calle a comprar o toma algún contacto con los vecinos del departamento, entre ellos, Carlos -Hugo Silva-, tercero en discordia y detonante de una serie de conflictos que marcarán la rivalidad entre las protagonistas.

El deseo y la posibilidad concreta de romper el hielo y el mandato paterno emergen con la misma fuerza que la perversión al convertir a Carlos en un objeto más que una persona. El recuerdo de Misery, novela emblemática de Stephen King traspolada al cine en el año 1990, sobrevuela a cada segundo, pero más aún alcanzan los guiños a una época donde España padecía el franquismo y la represión en todo sentido.

Los directores encuentran el mejor instrumento conceptual en el espacio elegido en su puesta en escena para que los trazos finos de un guión muy bien escrito por Juanfer Andrés y Sofía Cuenca desplacen la acción a toda una subtrama de origen psicológico, pero sin abandonar los estallidos de violencia y los cambios de conducta, producto de esa enajenación acarreada desde el pasado. Este surge a cuenta gotas y no contamina la historia con flashbacks o referencias, porque lo importante de Musarañas se lee en el aquí y ahora, aspecto que rompe con la clásica reiteración del pasado como causa primaria y no secundaria, visto hasta el hartazgo en tantas películas.

El encierro y la paranoia se dan la mano entonces, en este dúo de mujeres asesinas que sufren más de lo que gozan su propia perversión y prácticamente desnuda un relato descarnado y desgarrador de supervivencia contra el sadomasoquismo recurrente de propuestas similares como por ejemplo Audition -1999- o un ejemplo más extremo Martyrs -2008-.

Musarañas es un ejercicio de estilo impecable, que apunta a diversos públicos y entrega con la misma seguridad y virtudes tanto para los más exigentes como para aquellos que se contentan simplemente con una historia bien contada. Un debut soñado para cualquier director que ama el género pero que no se casa con ningún convencionalismo para encontrar una voz propia en la pantalla.