Puertas adentro

Crítica de Emiliano Fernández - A Sala Llena

Un ataúd gigante.

Sinceramente no nos podemos quejar en lo que respecta al apartado cualitativo del terror de este año: estamos ante la tercera obra consecutiva que alcanza la cúspide del género y que logra llegar a la cartelera tradicional argentina, en un grupo conformado por las también excelentes Casa Vampiro (What We Do in the Shadows, 2014) y Te Sigue (It Follows, 2014), tres ejemplos contrastantes aunque unidos por la pretensión de devolver el ímpetu creativo a un enclave bastardeado por la industria. Puertas Adentro (Musarañas, 2014), la ópera prima de Juanfer Andrés y Esteban Roel, es una exploración de ese canibalismo emocional que suele surgir en los ambientes cerrados luego de un período muy prolongado.

Combinando la estructura narrativa de Misery (1990) y una infinidad de detalles en torno a la convivencia femenina a la ¿Qué Pasó con Baby Jane? (What Ever Happened to Baby Jane?, 1962), la historia se centra en la relación entre Montse (Macarena Gómez) y su hermana menor, “la niña” (Nadia de Santiago): mientras que la primera sufre de agorafobia y trabaja de modista, la segunda sólo desea escapar de la ciclotimia de Montse y su depresión arrastrada a lo largo del tiempo, producto de la muerte de la madre de ambas y la huida del padre. El tercero en discordia es Carlos (Hugo Silva), un vecino que tropieza accidentalmente por las escaleras y termina recluido en el departamento de las hermanas.

La película le infunde una inusitada vitalidad a las premisas del horror más sádico, ese que juega a dos puntas entre el drama psicológico y el suspenso de escenificación hermética, haciendo énfasis en la dinámica inherente a la tortura de negar la libertad de movimientos, tanto la anímica (“la niña”, que depende de sus escapadas fuera del hogar para evadir el control de Montse) como la material (Carlos, con una pierna rota y atado a la cama). En buena medida la construcción escalonada de la primera mitad del film, con un desarrollo de personajes austero pero enérgico, encuentra su contrapeso justo en la segunda parte, cuando la violencia explota con una furia sorprendente y el choque de voluntades llega al extremo.

De hecho, la desfachatez del gore y su raíz en el pasado de las protagonistas constituyen los dos ejes del maravilloso guión de Sofía Cuenca y el propio Andrés, el cual redirecciona las típicas referencias del cine español al franquismo para someterlas al esquema del exploitation taciturno europeo, alienación y paranoia católica incluidas. Otro factor decisivo para el éxito de la faena es la interpretación exacerbada de Gómez, quien aprovecha con inteligencia la base trágica de Montse, sobre la que recae la progresión hacia la locura que propone el opus. El departamento del clan, homologado a un “ataúd gigante”, es la sede de conflictos reprimidos que desarticulan los anhelos y toda ilusión de seguridad burguesa…