Proyecto X

Crítica de Juan Campos - Loco x el Cine

La fiesta inolvidable se convierte en un campo de batalla.

En los tiempos que corren, en los Estados Unidos, el poder político vive un nuevo problema: la corriente Occupy (en inglés, ocupar), que se trata nada más ni nada menos que de una corriente social de gente (más que nada jovenes) que cansados de las políticas excluyentes, belicistas y demás asuntos de la cartera gubernamental, salen a tomar las calles. La más trascendente fue la que ocurrió en Wall Street hace unos pocos meses.

Ahora, ¿qué pasaría si ésta ocupación no es una protesta, sino la fiesta más grande de todos los tiempos? Por ese lado va el argumento de Proyecto X (Project X, 2012), una película que nos cuenta cómo un grupo de rechazados de la secundaria se convierten en los personajes más populares de la ciudad gracias a una gran fiesta que dieron en su casa.

La historia nos presenta a Thomas (Thomas Mann), Costa (Oliver Cooper) y J.B. (Jonathan Daniel Brown), tres amigos que deciden hacer una gran fiesta para celebrar el cumpleaños del primero, a su vez que intentarán subir su status social entre las paredes de su escuela, y, de paso, conseguirse alguna chica para pasar la noche. Al comienzo, Thomas solo busca algo pequeño, una fiesta en el patio a la que no más de 50 personas asistan, pero todo se va de las manos, y el reviente ocupa cada uno de los sectores de la casa hasta llegar a la mismísima calle. Allí, policía y vecinos se complotarán para hacer que esto termine, pero ¿podrán? La rebeldía y la fantasía de una fiesta eterna se enfrentan al orden y a sus fuerzas, en lo que termina siendo una batalla campal de botellazos vs. gases.

Esta comedia, dirigida por el debutante Nima Nurizadeh y con la producción del responsable de la saga ¿Qué pasó ayer?, Todd Phillips, tiene algunos pasos acertados dentro de lo que es el humor-adolescente-drogón-virgen, pero falla en, bueno, todo lo demás.

Es que, si bien el formato de cámara en mano no le cae del todo mal a la película, el mayor problema que tiene es que hay muy poca historia dentro de este compendio de imágenes-videoclíp en lo que, finalmente, Proyecto X se convierte. Hay más escenas montadas de gente bailando y tomando que de argumento y, finalmente, eso es lo que menos risas saca. Las escenas graciosas son las menos.

Los personajes no están mal, y todos podemos identificarnos o identificar a cualquiera de ellos, pero tienen tan poco tiempo de desarrollo, y todo finalmente se convierte en algo tan poco creíble, que termina alejandonos hasta de aquellos a los que más simpatía les teníamos.

En definitiva, si bien Proyecto X fue un éxito (no requería demasiado, ya que fue realizada con un muy bajo presupuesto) y su secuela ya está confirmada, no parece haber allí mucho más para explotar. A menos, claro, que vayan con cámaras a cubrir el nuevo Mardi Gras para un compilado de Girls Gone Wild. En lo que a cine se refiere, la historia estaba muerta antes de comenzar.