Proyecto X

Crítica de Diego Martínez Pisacco - CineFreaks

La mamacita de todas las fiestas

Proyecto X cristaliza en la pantalla grande un clásico anhelo adolescente: llevar a cabo una fiesta apoteósica que quede en la historia para siempre. Más que inolvidable sería mejor denominarla definitiva; algo así como la madre de todas las fiestas. De entrada Proyecto X apenas si aspira a una modesta reunión de un par de decenas de invitados pero paulatinamente degenera en lo que ya sabemos. La excusa para organizarla es un cumpleaños; claro, no es cualquier cumpleaños: el nerd Thomas (Thomas Mann) festeja sus 18 añitos y sus amigotes Costa (Oliver Cooper) y el gordito JB (Jonathan Daniel Brown), tan impopulares como él en el colegio, lo convencen para tirar la casa por la ventana aprovechando que los padres del muchacho se van el fin de semana a celebrar su aniversario de casados (lo cual da pie a una de las humoradas más felices de la película por parte del descarado de Costa). Las intenciones del trío reflejan lo que quiere la mayoría de los chicos: ser aceptados socialmente, divertirse (y no sanamente para ser sinceros) con gente de su edad y por sobre todas las cosas concretar la tan mentada tercera base con el sexo opuesto (al que ven de lejos con no poca tristeza). Ya lo dijo el maestro Dolina: “Las mujeres son la causa de todas las acciones de los hombres”. Y a los 18 años ni hablar…

La desconfianza en el éxito de la empresa lleva a Costa a tomar medidas extremas para difundir el evento anunciándolo en sitios de Internet y programas de radio, además del boca a boca que se inicia en el ámbito estudiantil para trasladarse a otros. Acto seguido se juntan entre 1500 y 2000 personas en una casa de suburbio con pileta durante ocho frenéticas horas. ¡Un delirio absoluto! La fiesta que deviene de esta idea es una típica fantasía masculina en la que todas las chicas tienen carita de modelo, cuerpo de actriz porno y ninguna parece hacerle asco a parrandear con muchachos (el contacto carnal se da por descontado); además hay peripecias para todos los gustos (como la colorida presencia del sacado enano interpretado por Martin Klebba), y un desmadre tan grande en el final que más allá del sello de Todd Phillips (realizador de ¿Qué pasó ayer? y su secuela) se adivina la mano de uno de los productores más hiperbólicos del cine de acción de Hollywood: Joel Silver (el de la saga Matrix). Los disturbios con que cierra la historia catapultan la fiesta a otro nivel que sólo puede ser descrito como épico. ¿Creíble, verosímil? Ni por asomo. Todo el concepto obedece a los dictámenes de una mente teen calenturienta y los elementos que se observan responden a esa necesidad. Probablemente el target deje de lado a las mujeres porque el punto de vista del filme es nítidamente varonil. En Proyecto X las figuras femeninas sólo cumplen la función de objetos sexuales y por desgracia carecen de cualquier arista de interés.

Para plasmar esta visión el director británico de origen hindú Nima Nourizadeh, de gran trayectoria como creador de videoclips y publicidades para marcas top, no se hace drama en acumular gratuidades de todo tipo (sexo, drogas, violencia, lo que quieran aquí lo tienen… amplificado). Enhebrar situaciones con adolescentes en ebullición dispuestos a todo parece algo muy trillado pero Nourizadeh (que rodara en el 2008 el famoso spot House Party para Adidas: sin dudas un antecedente válido para Proyecto X) ha salido bien librado de esta primera experiencia cinematográfica por su bagaje en el rubro audiovisual. El hombre sabe filmar, edita con fluidez y la hora y media de película se va desarrollando con un ritmo fabuloso al compás de una banda sonora que es una aplanadora. El recurso para narrar esta party desmesurada vuelve a recaer en el falso documental pero por esta vez no hay quejas: las cámaras en mano y la estética casera se ajustan mucho mejor a una propuesta como ésta que a la reciente, por citar un ejemplo, Poder sin límites. Un detalle que llama la atención en el guión -especialmente por provenir de Hollywood- es que no hay un afán moralizante sobre las consecuencias de semejante fiestón. Es como si a nadie le importara nada. Los daños y perjuicios por la jodita montada podrían llevar a los responsables a la prisión pero el espíritu de la película, supuestamente inspirada en un caso real acontecido en Australia, apunta a la comedia más desaforada y quienes se le animen así deberán tomarla si pretenden disfrutar de esta pequeña travesura a espaldas de mamá y papá que fue in crescendo hasta adquirir proporciones colosales.

Por si no queda claro, estos adolescentes se parecen más a los de American Pie y Porky’s en la era de MTv antes que a esos seres sensibles y confundidos que tan bien describiera Greg Mottola en algunas de sus obras. Y es lícito que existan tanto unos como otros. Para emocionarme y reflexionar me quedo con Supercool o Adventureland pero en lo suyo Proyecto X tampoco defrauda... siempre y cuando seamos concientes de que estamos frente a una pavada suprema, atada con alambre y con el único propósito de aturdir los sentidos (lo cual logra). Ideológicamente estoy seguro que debería pegarle más pero me reí demasiado como para hacerlo. Sospecho que esto no habla bien de mí…