Prometeo

Crítica de Ulises Picoli - Función Agotada

Monstruos sagrados

A finales de los 70 Ridley Scott saltaba a la fama con un film que se transformó en un clásico de la del terror: Alien. Unos años después realizó otro clásico, esta vez, de la ciencia ficción: Blade Runner. De allí en más ya nunca sería el mismo. Devorado por la obviedad y un dudoso gusto, se debatió entre la taquilla (y en ocasiones en el imaginario popular, lo que no es poco) y la intrascendencia. Nunca pudo regresar a la senda de profundidad cinematográfica de aquellos primeros films.

Este retorno a la saga Alien parecía ser un híbrido entre aquel cine visceral del comienzo y su "correcto" cine posterior. No resulta extraño el producto final de este revoltijo, gigante en pretensiones y presupuesto, pulcra con sus toques violentos, de una quintaesencia metafísica filosófica propia de la mejor ciencia ficción pero con fallas narrativas.

La historia comienza con dos arqueólogos que encuentran signos que confirman la teoría de que durante la antigüedad diferentes civilizaciones fueron atravesadas por el contacto con seres del espacio exterior. La suposición de estos científicos es que estos extraterrestres (Los arquitectos) están vinculados al origen del hombre. Años después parten en un viaje científico/empresarial a resolver este misterio.

Esta expedición esta formada por la pareja de arqueólogos (Noomi Rapace y Logan Marshall- Green), representantes de la corporación Weyland (financistas del viaje), científicos, navegantes contratados y David. David (Michael Fassbender) es un androide, y sirve como una de las formas de medir el film. Sobre él se afirma el relato, lo que no es un desacierto ya que es por lejos el mejor personaje de la historia. Un personaje que por momentos irrita y por otros, expresa un enigma que sirve (y mucho) a la idea del film: cuál es el origen del hombre. Es justo protagonista ya que él también es una creación (del hombre) y además de ser siniestro, resuelve la máxima angustia humana, la mortalidad. Siempre joven, siempre vivo.

Dentro de las falencias de la película uno puede caerle a la historia, no alcanza una solidez y coherencia para tanta trascendencia pretendida. Es gratamente amarga pero esterilizada, restándole dureza. La contaminación y asfixia de aquel cine primigenio de Ridley esta transformado en uno de espacios abiertos, luminosidad y CGI. Si uno añoraba ese viejo espíritu crudo puede sentirse defraudado. Pero es lógico, hoy el cine es otro. La cuestión es que esta estilizada corrección se traslada a sus personajes, seres pocos más que lineales y automáticos. El científico que sacrifica en busca de su verdad, hija que busca aprobación del padre, antihéroes que dejan su cinismo por un bien mayor y algunos más que mejor no adelantar.

Se concretan situaciones escabrosas, pero como esos ascéticos pasillos de nave, todo lo que les sucede a los personajes solo por momentos escapa a la frialdad. También se ven claros los discursos expresados por la necesidad de empujar la historia y atar cabos, lo mismo con lo forzado de ciertas acontecimientos como por ejemplo la circunstancia de que los dos científicos que se van antes por temor son los que resultan atrapados en el templo espacial.

Pese a todo el manejo de la intriga y ciencia ficción/horror es logrado, alcanza para arrastrarnos a ese mundo fantástico. Hay situaciones que impactan. Pero me cuesta no sentirme decepcionado con un film que prometía mucho y que tiene demasiados huecos, perdiéndose entre un pasado visceral y un presente comercial, resultando una operación demasiado calculada y carente de sangre.