Prometeo

Crítica de Pablo Raimondi - SI (Clarín.com)

El primer pasajero

Robado de los dioses, la antorcha con el fuego está en manos de los hombres. Zeus será el encargado de castigar al responsable. La mitología griega da a Prometeo el papel de la traición pero, a su vez, cumple un papel benefactor para la Humanidad. Ese acercamiento entre la leyenda y los habitantes de la Tierra tiene en el último film de Ridley Scott, su lograda adaptación en clave ciencia ficción: futurista y en 3D.

Según la película, las principales civilizaciones antigüas rindieron adoración a objetos provenientes del cielo. La pleitesía hacia un ser superior es el eje de Prometeo donde el director de Alien busca descifrar el futuro de la humanidad, desafiando algunas de nuestras ideas científicas y filosóficas más apreciadas. El comienzo de la película es más que interesante metiendo al espectador en el inabarcable y existencialista (característica que prima en el film) enigma de ¿cuál es el punto de partida de todo?, ¿qué hay después de la muerte?, ¿Dios existe, con qué fin?. “Es el relato de una búsqueda épica del origen de la vida”, sintetizaría el director en una entrevista.

Presentada como una precuela de Alien (1979), Prometeo deriva en una interpretación bastante libre y flexible de su famosa segunda parte. Según Scott, la noción de su nuevo trabajo comenzó con una figura que apareció brevemente en Alien, y que parecía haber sido olvidada una vez que el supuesto xenomorfo estalla, literalmente, en escena. El sujeto en cuestión es el conductor de una nave extraterrestre que marca el único rasgo de vida en un lejano planeta al que un grupo de científicos arriban para estudiar el supuesto origen de la raza humana en la Tierra.

Los líderes de la expedición son Shaw (la sugerente sueca Noomi Rapace) y Holloway (Logan Marshall-Green), ella es una creyente que desea conocer a estos “dioses” para acercarse a sus creencias religiosas, mientras que él busca desmitificar este tipo de nociones espirituales. Su trabajo como arqueólogos dio con un grupo de pictogramas en cavernas de civilizaciones antiguas de todo el mundo, que todas apuntan hacia el mismo lugar en el espacio distante. En escenarios naturales de Islandia y Escocia, Ridley construyó “el patio de recreo alienígena más grandioso del mundo” donde la tridimensionalidad se complementa con las locaciones reales sin necesidad de recaer obligatoriamente en la superficialidad tecnológica. Un gran acierto y, quizás, lo más valioso de Prometeo.

La bellísima y sugernte Meredith Vickers (bajada a Tierra por Charlize Theron) junto a David, (el robot encarnado por Michael Fassbender) que con su carencia de rasgos calza más que bien en este ser cibernético papel más allá de su correcta interpretación. Scott, realizador también de Blade Runner hacía tres décadas que estaba alejado de la ciencia ficción y, sin dudas, con Prometeo volvió para crear un universo singular que puede apartar el legado Alien, aún con todos los guiños de la obra del genial H.R. Giger, mastermind de la criatura extraterrestre.

La película tiene un guión sostenido que al promediar la historia comienza a decaer con clichés típicos del cine de ciencia ficción y momentos inverosímiles como la lucha contra las tormentas espaciales o los combates ante las fuerzas superiores. Esos pasajes deshilachan la trama original y apaga el misticismo que concibió. Ya se rumorea una segunda parte, llamada Paraíso. ¿El cielo podrá esperar?