Prometeo

Crítica de Diego Martínez Pisacco - CineFreaks

Un insulto a la nostalgia cinéfila

Las tres primeras películas de Ridley Scott le hubiesen bastado para quedar grabado a fuego en la historia del séptimo arte. Los Duelistas, Alien: el Octavo Pasajero y Blade Runner causaron una honda impresión a fines de los setentas y comienzos de los ochentas. Todo lo realizado a posteriori por el inglés, famoso por su afán perfeccionista, ha quedado ensombrecido por el brillo de esos títulos. La nostalgia, tan cara al espectador de cine, sólo ha magnificado el impacto de esa fabulosa tríada fílmica convirtiéndola en objeto de culto a nivel mundial. Desde un plano meramente estético Alien quizás haya quedado un poco más rezagada que las otras (visualmente asombrosas) pero en mi opinión es la mejor de todas. Lo revolucionario del concepto en verdad era de una simpleza absoluta: trasladar al espacio la premisa de la casa tétrica que en su interior esconde un monstruo que ataca a sus ocupantes. Para la ocasión se reconvirtió la casa en una nave espacial, a las víctimas en tripulantes de una misión espacial y se cuidaron muchísimo los detalles sobre el origen del villano extraterrestre dando pie, sin saberlo en ese momento, al nacimiento de una mitología bellísima para la ciencia ficción de las últimas décadas. Luego de Star Wars no hay otra más importante. Años después llegaron las desparejas Aliens (El regreso), Alien³ y Alien: Resurrección que ampliarían con excelsa imaginación ese universo fascinante concebido por Dan O’Bannon y Ronald Shusett en el filme de Scott.

A treinta y tres años de entregarnos su obra maestra, el mayor de los hermanos Scott vuelve al género que lo encumbrara con Prometeo, suerte de coletazo derivado de la saga Alien. Las expectativas depositadas en esta precuela van mucho más allá de la feroz campaña publicitaria emprendida por la Fox. Por eso duele el doble el resultado artístico: Prometeo es un fiasco no por tocar tangencialmente la mitología por todos conocida sino fundamentalmente por no haber sabido darle una coherencia a la historia que arranca en un tono filosófico/poético llamativo para ir desdibujándose de a poco. Es casi como si hubieran interferido los ejecutivos del estudio, más preocupados por darle a la gente “lo que la gente quiere ver” antes que respetar la visión de sus creadores (y estoy siendo generoso con esta teoría). La más de media hora inédita que quedó en la sala de edición tal vez aporte alguna claridad a esta inquietud al editarse el Director’s Cut en DVD. Por lo pronto es una pena que no se tomó el material con la seriedad que el proyecto merecía.

Después de la experiencia con Lost cada vez que leo el nombre de Damon Lindelof en la ficha de alguna película francamente me pongo a temblar. El tipo arruinó (o ayudó a arruinar) una de las más fantásticas series que hayan existido jamás y me temo que ha hecho lo mismo con Prometeo (Jon Spaiths es el otro guionista copartícipe del delito). Lindelof sigue con la fórmula implementada en Lost: sembrar intrigas y acumular misterios que a la larga nunca se resuelven o lo hacen de manera insatisfactoria. Es evidente que al hombre, a quien respeto porque es un talento para atrapar incautos y domina indudablemente su métier, le importa más el viaje que el destino. Esto se observa con nitidez en el desastroso tercer acto de Prometeo, que anuda como puede todas las puntas argumentales que se fueron presentando y deja abierto el desenlace para la llegada de la secuela que se rumorea podría llamarse Paradise. Si se tomaran apuntes de todas las inconsistencias del guión podríamos escribir un libro. No son cuatro o cinco cositas sueltas por lo que es imposible dejarlas pasar. Si más allá de estos defectos la trama tuviera garra, escenas de acción y/o suspenso o al menos UNA secuencia que quede en el recuerdo podríamos negociar algo de piedad. Ni siquiera los personajes dan la talla en esta inflada producción que tampoco se destaca por la dirección de Ridley Scott. ¿Sólo una puesta en escena elegante y llevada a cabo con buen gusto? ¿Dónde quedó el genio con ínfulas de Kubrick? Si alguien lo sabe que me avise…

Prometeo es el nombre de la nave espacial que transporta a un grupo de científicos y tripulantes de la Compañía Weyland con destino a un lejano planeta en el cual se sospecha reside el origen mismo de la humanidad. La protagonista es la Dra. Elizabeth Shaw (la sueca Noomi Rapace), que pese a ser una mujer de ciencia también cree en que hay algo más allá del plano físico. Como es habitual en estas misiones la supervisión técnica, además de la computadora de la nave, recae en un androide (interpretado por Michael Fassbender) aficionado al cine de David Lean. Liderando a todos en representación de la empresa se encuentra la fría Meredith Vickers (Charlize Theron) y la responsabilidad de que el Prometeo llegue a buen puerto depende del algo irreverente capitán Janek (Idris Elba). Además del marido de Shaw (Logan Marshall-Green), él mismo también un científico, tenemos varios personajes secundarios irrelevantes que no vale la pena enumerar aquí. El único personaje digno de mención por mérito propio es el anciano multimillonario Peter Weyland (Guy Pearce, irreconocible bajo una montaña de maquillaje y apliques prostéticos) que subvenciona la expedición por un motivo (supuestamente oculto) que a cualquier espectador se le puede ocurrir con sólo ver su caracterización. La obviedad en este aspecto es realmente imperdonable.

El inquietante y hermético prólogo de Prometeo, lleno de imágenes suntuosas y paisajes de ensueño, debió prender una luz de alarma en nuestro cerebro pero por desgracia no lo hizo. Nos arrastraron de las narices a lo largo de toda la historia, como el burro que sigue la zanahoria, con la promesa de que la respuesta a la intriga planteada capa tras capa cubriría todas las necesidades del público. Una vez más ha quedado expuesto que detrás de todo el aparato de producción hollywoodense las películas requieren de un tratamiento y esmero artesanal para que den en el blanco. Caso contrario tenemos sólo una megaproducción a la que le sobra plata pero le faltan ideas, ingenio y una visión rectora que cohesione todos los elementos puestos en juego. A las pruebas me remito: Ridley Scott ya no está para estos trotes…