Primicia mortal

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Polémica sátira del sensacionalismo

Reconocido guionista (Gigantes de acero, El legado Bourne), Dan Gilroy debuta como director con una provocativa sátira al periodismo más sensacionalista que se ubica en la línea de clásicos como Network: Poder que mata o Detrás de las noticias. Y el personaje de Louis Bloom que interpreta Jake Gyllenhaal se suma a la galería de esos descomunales psicópatas que, por ejemplo, Robert De Niro construyó para Martin Scorsese en Taxi Driver o El rey de la comedia. Una película que, sin dudas, generará debates y ganará unos cuantos premios.

Bloom es un ladronzuelo (en la primera secuencia trata de vender unos alambres robados) que, de casualidad, descubre que filmar las situaciones más morbosas que ocurren cada noche en la ciudad de Los Angeles (víctimas de accidentes de tránsito o de asaltos) puede ser un excelente negocio.

El film -quizá demasiado cínico y en algunos aspectos un poco previsible- sigue el derrotero de Bloom desde que es un principiante bastante inocente hasta que se convierte en un manipulador sin ética ni moral.

Pero, más allá de los eventos en sí (no exentos de tensión y suspenso), lo que hace de Primicia mortal una muy buena película es la exploración psicológica del protagonista (es llamativo que Hollywood apueste a un protagonista tan extremo y perverso y, en ese sentido, el trabajo de Gyllenhaal es memorable) y, sobre todo, su relación con la veterana gerenta de noticias de una cadena de televisión de bajo rating (Rene Russo en un regreso a lo grande), cuyo futuro dependerá cada vez más de las imágenes que aporta Bloom, y con un joven asistente (Riz Ahmed) en sus sórdidos recorridos nocturnos.

Poderosa y audaz en su narración, inquietante en su planteo, Primicia mortal encuentra en el trabajo del director de fotografía Robert Elswit (habitual colaborador de Paul Thomas Anderson) un aliado perfecto para también desde lo estético transportar al espectador a un universo que parece irreal, pero que al mismo tiempo resulta tristemente reconocible.