Primicia mortal

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

Había un parlamento en Copycat en donde el personaje de Sigourney Weaver calificaba a los asesinos seriales como tumores producidos por un cuerpo social enfermo. La sociedad moderna no es mejor que la que existía hace 5 o 10 siglos; simplemente es diferente y sofisticadamente retorcida. En la proliferación de conductas sociales desviadas - surgidas a partir de la difusión de valores morales alterados, de la apatía de una sociedad tan sobrepoblada como egoista - es que los individuos anómalos aparecen y, lo que es peor, su tasa de surgimiento tiende a crecer de manera exponencial. Ya no hablamos de hechos aislados sino de un fenómeno crónico, lo que indica que somos una sociedad cada vez mas imperfecta y enferma.

Nightcrawler: Primicia Mortal es una visión tan cínica como brillante de esa sociedad enferma en donde los valores morales están distorsionados. El protagonista no es un asesino serial, pero es un sociópata peligroso y - lo que es peor - es uno socialmente aceptado y hasta útil y exitoso en lo suyo. Si hay algo que espanta en el filme no es el personaje de Jake Gyllenhaal - el cual tiene una chifladura sofisticada y evidente -, sino el de la amoral jefa de noticias que compone Rene Russo. Ella es una persona cuerda, culto y absolutamente civilizada, la cual ha dejado de lado - y de manera voluntaria - todo tipo de tabúes y limites morales con tal de asegurar su éxito personal. Mientras que Louis Bloom es un individuo motivado por sus necesidades - y que posee una visión tan enferma como egoista del mundo -, Nina Romina es una persona que ha decidido pasarse al lado oscuro por propia voluntad. Ella piensa en su sobrevivencia laboral, en su éxito individual y, para ello, ha terminado por valuar a los otros - a los cadáveres, a los heridos, a las familias devastadas por una tragedia - en cosas. Ya no son seres humanos dotados de sentimientos sino objetos con los cuales debe lidiar, maquillar y acomodar de acuerdo a sus necesidades diarias de shock y horror, las cuales terminan construyendo el rating del noticiero.

No es dificil ver a Nightcrawler: Primicia Mortal como una sátira oscura y amarga de los medios. Tal como ocurría en Poder que Mata (1976), el shock y la polémica priman sobre la calidad de los contenidos; la gente quiere que la estremezcan y los mas hábiles en la materia serán los mas exitosos. Pero la sociedad ha cambiado mucho - y para peor - desde aquel discurso idealista que vomitaba el pastor televisivo encarnado por Peter Finch en el clásico de Sidney Lumet. Hoy en día la sociedad - y fundamentalmente la norteamericana - glorifica a los amorales, criminales y sicópatas; luego del escándalo viene el best seller y, luego, el jugoso contrato de Hollywood. Quizás se trate de una sociedad adormecida cuyos sentidos entumecidos precisan el shock para diferenciarse de la estrella escandalosa del momento - y con ello sentirse complacido con su propia existencia -, o quizás sea que el sentido del morbo ha pasado de ser una desviación reservada a una minoría y se ha extendido como una enfermedad social que afecta a todos en mayor o menor grado. No precisamos ser estadounidenses para ver nuestros diarios locales, los cuales - en su versión on line - publican los videos de las atroces ejecuciones que comete Estado Islámico. El ver un individuo aplastado por un tanque o decapitado en primerísimo plano no enriquece la noticia - eso mismo se podría haber comunicado en un par de frases y con el mismo efecto aterrador -, pero satisface la necesidad retorcida de aquellos que quieren ver para creer. Nos hemos vuelto voyeurs del horror y la locura. Tampoco es un fenómeno aislado o excesivamente moderno; en el documental Salvaje Mondo Cane - que data de 1962 - ya veíamos gente devorada por leones, o toros ferozmente masacrados por los matadores de turno. Y semejante filme no quedó en el olvido o la ignominia, sino que recaudó paladas de dinero en todo el mundo, disparó secuelas e imitadores, y dejó al desnudo una veta tan bizarra como perversa que yacía durmiendo bajo la piel de millones de personas "civilizadas" diseminadas a lo largo del planeta, las cuales demostraron disfrutar semejante espectáculo. No importa si las imágenes de Mondo Cane son auténticas o simuladas; hay gente que ha leído el resumen del filme, quiere verlo y, lo que es peor, después desea consumir productos similares. Y desde ya la oleada de competidores ha abordado retos cada vez mas extremos como la saga de Rostros de la Muerte - focalizada exclusivamente en la exhibición gráfica de ejecuciones, accidentes mortales, asesinatos y muertes de todo tipo y color -, la cual es inusualmente popular en Japón pero que posee seguidores en todo el mundo.
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Si la amoralidad de alguien civilizado y culto como Rene Russo es inquietante, el otro factor de shock que trae el filme es la retorcida - pero completamente lógica - compatibilidad de la cultura americana de los negocios con la bizarra actividad que desarrolla Jake Gyllenhaal. El se ve a sí mismo como emprendedor exitoso y, en ultima instancia, como un orquestador de espectáculos sangrientos que sólo satisface las necesidades de la audiencia. Ya no es un monstruo urbano sino un showman, un entrepreneur del horror cuya amoralidad es su mayor talento ya que es capaz de captar imágenes que le revolverían el estomago a cualquiera, lo que da por resultado esperpentos sangrientos y morbosos que él considera sus obras maestras. El sicópata sabio es el éxito del momento, y ha entendido el viejo postulado empírico de que, cuando uno observa demasiado un fenómeno natural, deja de ser testigo y pasa a formar parte del mismo. En este caso ha tomado el paso siguiente, convirtiéndose en un catalizador de sucesos horribles - maneja las variables, define los lugares y los tiempos, enciende la mecha del drama -, los cuales cotizan como oro para las voraces cadenas televisivas de turno.

Nightcrawler es un gran filme. Tiene un gran clima, diálogos geniales, una estremecedora perfomance de Jake Gyllenhaal, y un desarrollo envidiable. Quizás el final sea algo flojo y artificial pero sirve para probar la tesis del director / escritor Dan Gilroy, de que la amoralidad no sólo sobrevive sino que también triunfa y se expande. Los chiflados tienen éxito, y cosechan pecado podrido que devoramos con fruición todos los días. Y, lo peor de todo esto, es que al amparo de semejante indiferencia se están formando las generaciones futuras, una camada de individuos bombardeados por una profusión de imágenes tan amorales como violentas y los cuales habrán perdido la capacidad de shock frente a la muerte y la locura.