Primavera

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

A razón de una película por año (o más) desde la aparición de UPA! –además de un par de novelas–, el prolífico Giralt presenta dos filmes en este BAFICI. De los dos, PRIMAVERA es el que está en competencia. La película intenta combinar una situación similar a la de OPENING NIGHT, de Cassavetes (los días previos a un estreno en planos largos y de compleja coreografía, algo que ya había intentado conANTES DEL ESTRENO) con una comedia coral de características kitsch y neo-almodovarianas en la que esa obra es uno de los elementos de una historia familiar.

Narrada por el hijo de los protagonistas (Angelo Mutti Spinetta), cuyo padre ahora es gay y está por casarse (Nahuel Mutti) y su madre (Catarina Spinetta) está embarazada pero no sabe de quién (Mike Amigorena es un candidato posible mientras que el Chino Darín es un pretendiente), la película organiza una serie de desencuentros y confusiones relacionados siempre con los ensayos de la pieza teatral que no funciona (Luisa Kuliok es la protagonista y Moria Casán, una manager/hada madrina) y conflictos familiares de todo tipo y color.

El tono ampuloso y kitsch de la puesta en escena y de las actuaciones seguramente requerirán de un público afín a este tipo de propuestas, pero lo cierto es que la película funciona como celebración de las familias no convencionales y sustitutas que se forman en la vida de los protagonistas. Especialmente agradable es la naturalidad con la que las distintas opciones sexuales son puestas sobre la mesa en una narración coral en la que todos se cruzan con todos y hasta el pequeño protagonista y narrador tiene su propio romance preadolescente.

Con música de Emisor, un tema inoxidable y de múltiples lecturas de Virus a modo de leit-motiv (“Luna de miel en la mano”) y un espíritu festivo que la recorre de punta a punta (con fiesta de casamiento, disfraces, globos y otras yerbas) esta suerte de celebración glam que es PRIMAVERA tiene los excesos propios de un festejo privado para los protagonistas y el placer un tanto más mitigado que, desde afuera, se desprende al observar la alegría del conjunto.