Presencia siniestra

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Formas de asustar existen varias, pueden ser originales o remozar algún truco ya viejo y conocido pero eficaz. También se puede hacer el intento de asustar, acumular todos los recursos, y morder el polvo.
Presencia Siniestra echa mano a unas cuantas ideas que ya vimos, trata de crear un halo de originalidad alrededor de ellas; y sí, fracasa rotundamente.
Naomi Watts, quien alguna vez perfiló como esas estrellas capaces de vender con su solo nombre en el afiche, pero el thriller le fue siendo esquivo luego de la prometedora primera entrega de The Ring; es el centro de la escena y quien tendrá que cargarse todo el asunto al hombro.
La rubia es Mary Portman, una psicóloga infantil que ni bien iniciado el film ya la encontramos a pleno drama. Tiene un hijastro problemático, Stephen (Charlie Heaton), al que su pareja llevará a una de esas escuelas pupilas ´para reformarlo durante una temporada.
Hay llantos, despedidas, negación, y un forcejeo que hará que en medio del viaje Stephen y su padre sufran un accidente en el cual, el hombre perderá su vida.
Tras un salto de seis meses, Mary parece estar condenada a más sufrimiento. Debe hacerse cargo de Stephen el cual perdió toda movilidad y capacidad de reacción; soporta su viudez reciente de un modo bastante aceptable; atiende a sus pacientes que también cargan con algunos inconvenientes; y para más vive en uno de esos pueblos típicos de película de terror, separado de todo el resto, con mucho bosque, y una tormenta de nieve que está por llegar y amenaza con aislarlos todavía más.
¿Puede soportar más Mary? Pues sí, porque se compromete afectivamente con uno de sus pacientes, el niño sordo Tom (Jacob Tremblay que se está haciendo especialista en hombrecitos traumados), quien también tiene algunas reacciones violentas y debe ser llevada a una institución de tratamiento pese a las sugerencias de la psicóloga.
Una noche Tom se aparece imprevistamente en casa de Mary, el auto que lo trasladaba a la institución está estacionado frente a su casa averiado, y el niño solo y lastimado. Cuando Mary quiere asistirlo, Tom habrá desaparecido.
Sí, hay más argumento; los días pasan y Tom no aparece, pero Mary comienza a sentir una presencia que la acosa de noche. Todo empeora cuando Tom sea considerado muerto, pero la mujer siga presintiéndolo.
Increíblemente todo este argumento que podría ser descripto como una catarata de desgracias, se desarrolla en no más de veinte minutos. Lo que resta para la hora restante es ver el colapso de una mujer que es asustada no sabemos muy por qué, pero es cada vez peor.
A una película de terror, o de suspenso que amenaza con bordear lo sobrenatural, no se le suele exigir demasiada verosimilitud, son las reglas del juego. Pero aun obviando los muchos baches, y lo poco creíble de que una persona pueda soportar todo eso en tan poco tiempo sin querer volarse la tapa de los sesos, le debemos sumar una total ineptitud desde el guion por generar empatía o interés por lo que sucede. ¿Cómo es que alguien que sufre tanto nos importe tan poco? Todo lo que la rodea, inclusive el ritmo de los hechos, es profundamente aburrido.
Ni el director Farren Blakburn, ni la guionista Christina Hodson cuentan con experiencia fuerte en cine. Quizás esa sea una de las razones por las que Presencia Siniestra se parezca tanto a otras, desde Mente Siniestra, a The Ring Two, hasta la reciente Before I Wake. Como sea, la mezcla entre todos los tópicos conocidos genera cierta originalidad en la incertidumbre sobre lo que puede pasar, y mínimamente genera una curiosidad por cómo resolverán el misterio que han creado. Sin adelantar, la resolución ofrecida no podría ser más inadecuada sobrepasando todos los límites de la credulidad.
Presencia Siniestra es fallida por querer enroscar más de lo necesario lo que pudo ser una idea más sencilla, práctica, y más eficaz. Desde la premisa todo parecía más interesante.