Preciosa

Crítica de Leo Aquiba Senderovsky - ¿Crítico Yo?

Cualquier acción que comete un ser humano está atravesada por la ética. La dirección de cine nunca está exenta de la ética profesional que se vuelca en ella. Si esta puede existir en una comedia o en el cine de ciencia ficción, ni hablar de cuando al cine le toca mostrar un acto aberrante. Aquí vemos a una chica violada por su padre y maltratada por su madre, que sueña con el brillo de la fama y que a los dieciséis años va por su segundo embarazo (el primero nació con síndrome de Down). Este drama terrible merecía una dirección capaz de tener la elegancia o la corrección que requiere algo tan difícil de mostrar, una dirección con la inteligencia suficiente para calibrar el drama y potenciarlo sin caer en escenas explícitas y degradantes. La humillación física y psíquica de la protagonista no debería habilitar una exposición tan degradante como los propios acontecimientos que se muestran. Evidentemente, esto no lo pensó Lee Daniels, y vaya uno a saber cómo, terminó con una nominación al Oscar filmando este drama de la forma más sensacionalista posible, mostrando sin tapujos la violación, valiéndose de molestos ralentís en las escenas en que la madre agrede a su hija, y apelando a un cúmulo de golpes bajos que se suceden sin respiro.

Si bien la película se centra en la lucha de una adolescente obesa por liberarse de los tormentos familiares y por comenzar una vida nueva junto a sus hijos, apoyada por docentes y psicopedagogos, es el pasado que va dejando atrás el que se coloca en el centro de la escena, a fuerza de torturas domésticas que golpean directamente al espectador y no permiten que se cuele un resquicio de luz para la protagonista. De hecho, cuando uno ya piensa que la protagonista se encuentra encarrilada hacia su salvación definitiva, un nuevo dato aparece para sabotear su intento de felicidad.

Si bien estos elementos hunden toda posibilidad de un drama equilibrado, Daniels consigue un relato genuino en la descripción del paso de la adolescencia a la adultez, cuando nos muestra a Precious cambiando el sueño del brillo etéreo y la fama por la necesidad de convertirse en una buena madre. Es ahí cuando la película logra poner en segundo plano todo el dolor que acarrea la protagonista, un digno contrapeso a tanto sufrimiento sin atenuantes.

Lo que enaltece a esta película son sus actuaciones. Desde Paula Patton, en el papel de la docente que intenta brindarle una nueva oportunidad a Precious, y una irreconocible Mariah Carey, precisa en un rol que adquiere peso en el momento más dramático del film (Lenny Kravitz también está irreconocible, aunque su papel no posee tanta relevancia), hasta la debutante Gabourey Sidibe, perfecta en su personaje y sin apelar a desbordes gratuitos, y Mo’nique, lejos lo mejor del film, con una sobrecogedora escena final y un monólogo que exponen la compleja psiquis de su personaje. Si bien esa escena alude directamente a la violencia sufrida por Precious durante años, la interpretación final de Mo’nique hace que la primera hora de permanente violencia quede sepultada bajo la gran actuación que explica la razón de tanto sufrimiento.

Ahora bien, si el drama consigue tanta fuerza hacia el final, Lee Daniels nos podría haber ahorrado una hora de un drama indigerible, o al menos, podría haber tenido la audacia de preguntarse a sí mismo cuál es la manera más inteligente de filmar la sufrida vida de Precious, en vez de creer que la mejor forma de que entendamos el conflicto de la protagonista es estampárnoslo en la cara, sin un mínimo sentido del buen gusto ni de la solidez dramática. La explicitud irreflexiva del drama suele ser el talón de Aquiles del género, y este es un claro ejemplo de una película que no sabe sortear la violencia de las imágenes en función de un drama conmovedor.