Pompeii, la furia del volcán

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Se viene el estallido...

Paul W.S. Anderson, director y/o guionista de varias de las entregas de la saga de Resident Evil, abandona la ciencia ficción y viaja desde el futuro apocalíptico hasta el pasado, más precisamente al año 79 D.C., para una película que va del espíritu del viejo y querido Péplum al cine catástrofe y de allí al melodrama romántico. Es que esta épica histórica apuesta a una fórmula que sería algo así como: Gladiador + Volcano + Un amor imposible de todo épico; todo eso -claro- amplificado con una profusión de CGI, imágenes en 3D, música ampulosa, una estética kitsch y unas resoluciones que son premeditada, consciente, alevosamente cursis. Como queda claro, nada de sutileza. Tómelo o déjelo.

La excusa histórica es la famosa erupción del Vesubio que arrasó con Pompeya. La excusa dramática es la venganza de un joven esclavo de origen celta devenido gladiador contra los romanos que masacraron a su pueblo y lo dejaron huérfano (eso se explica en el prólogo, ambientado 17 años antes). La excusa erótica es la presencia de dos jóvenes carilindos como protagonistas (Kit Harington como el esclavo y Emily Browning como la hija de los líderes de Pompeya). La excusa de acción son las luchas cuerpo a cuerpo en las arenas de los coliseos ante un público enfervorizado. Y, por último, la excusa para el gran espectáculo son los efectos visuales para reconstruir el estallido del volcán + terremoto + tsunami.

Muchas “excusas”, es cierto, para una película construida en base a estereotipos y clichés (todo el relato está sostenido por convenciones y presupuestos que el espectador deberá aceptar y compartir) con unos romanos que son caricaturescos en su sadismo, especialmente el villanesco y corrupto senador que compone Kiefer Sutherland.

No estoy 100% convencido de que Pompeii sea una buena película, pero resulta bastante disfrutable si uno se libera de sus prejuicios, entra en su registro, si no opone resistencia, si se deja llevar por su espíritu popular/populista, grandilocuente hasta lo risible, falsamente solemne y decididamente grasa. Es un film demodé concebido con la última tecnología. Una rareza. Un divertimento menor. Ni más ni menos que eso.