Poder que mata

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

El enemigo está adentro

La identidad de una agente encubierta de la CIA es revelada por su propio gobierno.

Cuando el cine se mete con la privacidad de los ciudadanos, recrea una conspiración y, además, lo que cuenta se basa en una historia verídica, estamos ante un alegato que, bien realizado, crispa los nervios y eriza la piel.

Es lo que en buena parte de la proyección sucede con este Poder que mata , que nada tiene que ver con aquel filme de Sidney Lumet (en el original Network ) que hace 35 años presagiaba la locura de la televisión por alcanzar ratings de cualquier manera. Valerie Plame era una agente encubierta de la CIA, algo que sólo sabía su esposo, un ex embajador estadounidense. Al resto de sus conocidos, la “novedad” le cayó como un balde agua fría. Y qué decir al matrimonio al enterarse de que el mismísimo Gobierno de los Estados Unidos, en una actitud de venganza, decidió “filtrar” la identidad de Valerie.

Todo porque Joseph Wilson (Penn) regresó de Nigeria e informó al Gobierno de Bush que allí no había indicios de que hubieran vendido uranio a Irak, por lo que se caía el argumento de las armas nucleares de Saddam Hussein.

Lo que cayó, ya se sabe, fue otra cosa. La gente de Bush Jr. se encargo de que el mundo se enterara de que Plame era una agente de la CIA y comenzaron a denostarla.

La película de Doug Liman ( Identidad desconocida , la primera de la saga Bourne) sigue por un lado el costado de índole político, de denuncia. Esa es una vertiente que puede atrapar al espectador adicto a los thrillers. Pero, por otro, está la que asume el director por ver en qué estado va quedando -esos son los verbos- la relación de pareja.

Y en una u otra instancia, tener a Naomi Watts y a Sean Penn cubriendo esas responsabilidades es una apuesta firme, segura que tiene el realizador.

Si bien es Valerie la real protagonista del drama, su marido es quien desea llevar adelante -por honor, por ética, por convicción o lo que quieran llamarlo- el enfrentamiento con el Gobierno. Y la figura de Penn, que al margen de su actividad como intérprete, es conocida por su militancia por los derechos humanos, hace más creíble aún la pelea. También esto es índice de que la posición del filme está tomada desde el vamos. Aquí no hay otra campana por escuchar.

Thriller por momentos, drama de entrecasa en otros escasos, Poder que mata se sigue con interés. Usted tal vez recuerde cómo quedó todo, ya que fue un hecho real, y muy publicitado en su momento. Pero si no lo supo o no lo recuerda, acá tiene material como para entretenerse.