Poder que mata

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Hay más de un punto de vista para analizar “Poder que mata”.
No. Espere.
No es esto lo que quiero decir, lo que pasa es que este film provoca estas indecisiones a la hora de hablar de él. Así que disculpe, empiezo otra vez.

“Poder que mata” es la primera producción estadounidense seria que aborda el tema de la guerra con Irak.

Descarto la ganadora del Oscar “Vivir al límite” (“Kathryn Bigelow”, 2009) porque, además de ser un folleto reiterativo, no me pareció una buena película.

Sin meternos directamente en la discusión de la gestión Bush per sé; siento que todo el mundo estuvo siempre convencido que en Irak no había armas de destrucción masiva, ergo la invasión con ese justificativo era un disparate.

En este sentido “Poder que mata” tiene el acierto porque pone luz sobre lo que antes era un oscuro manto de sospecha. Todos teníamos razón. La guerra de Irak fue una excusa para vaya a saber qué, y como respuesta vana al espantoso dolor del tristemente célebre 11 de septiembre de 2001.

Ahora bien, desde el punto de vista cinematográfico la realización se confunde entre ser un falso documental ficcionado o una ficción documental (valga la contradicción).

Pero soy yo ¿eh? Usted quédese tranquilo que cada uno va a tener la posibilidad de decodificar cuál fue la intención del director de “Sr. y Sra. Smith” (2005).

En 2002 Joe Wilson (Sean Penn), un ex diplomático en tierras de Oriente Medio, es consultado por la CIA con la firme intención de que dé a entender que Irak tenía poder nuclear. Algo que éste niega. Su mujer, Valerie Plane (Naomi Watts), es agente de ese organismo y también concluye en que no hay tal cosa en Irak. Pero Bush quería guerra sí o sí, con lo cual las opiniones de ambos son contraproducentes. De todos modos la invasión estaba decidida. Todo bien hasta ahí (todo mal), hasta que Joe, movido por lo que considera una estafa mediática al público estadounidense, decide publicar un artículo en el New York Times en el cual básicamente explica por qué esa guerra no tiene fundamentos.

Por ese artículo alguien de la administración presidencial revela la identidad de la Sra Wilson a los medios partidarios para que literalmente defenestren la credibilidad de la pareja. En la vida real el matrimonio Wilson escribió un libro cada uno (luego de que se comprobara que tenían razón). Doug Liman tomó un ejemplar de cada uno y recurrió a los guionistas Jez y John-Henry Butterworth para que le dieran efecto dramático a la historia. Adicionalmente, decoró todo lo escrito con extractos de discursos y noticieros de TV para enfatizar el punto de vista anti-republicano a su película. Casi podría decirse que con esta tendencia el guión se escribió solo, pero esto no va en desmedro del ritmo y la tensión que genera.

La verdad es que el entretenimiento está asegurado más allá de la posición que cada uno tenga respecto al conflicto, lo cual bien puede explicar por qué en Estados Unidos perdió plata, en tanto probablemente en países como el nuestro sea bien recibida por el público.

El “pero” que yo le encuentro es que Liman declaró que esta es una producción sobre una pareja que se desmorona, pero que sale adelante a partir de no renunciar a los valores morales que sus dos profesiones exigen para con la sociedad. Cuando el guión se ocupa de esto, la película parece una novelita y la intención política que tiene se diluye un poco, como si el realizador no quisiera hacerse cargo de la historia que decidió contar. Por ejemplo, la figura de Bush se siente en toda la narración, pero nadie “hace” de Bush. Sólo aparece en fragmentos de noticieros como si hubiera un respetuoso temor a poner en palabras guionadas una opinión clara.

Penn y Watts (en su segundo trabajo fílmico juntos) trabajan de memoria. Por eso es raro que los actores secundarios (que no es que desentonen) estén un escalón maá abajo. El único momento en el que alguien más se destaca es una charla en un banco de plaza entre Valerie y una autoridad de la CIA (en una escena conceptualmente parecida a la que tuvieron Kevin Costner y Donald Sutherland en “JFK”, 1991). Este proyecta merecía la presencia de mejores actores secundarios.

La fotografía y la compaginación son dos puntos fuertes a destacar, también la banda de sonido de John Powell en su mejor trabajo desde “Bolt” (2008).

En definitiva, en “Poder que mata” sobra el melodrama porque tiene con qué interesar al espectador, hasta propone la sana charla-debate en el café por el tema que trata. A la luz de lo que pasó últimamente parece que llegó tarde a la pantalla, pero seguramente habrá más tela para cortar en el futuro. Nos hablamos cuando hagan la del asesinato de Bin Laden (1)