Poder que mata

Crítica de Fernando López - La Nación

Un caso real, el de Valerie Plame, recreado en un thriller eficaz

Pocos casos más representativos de la manera en que el gobierno de George W. Bush manejó la política respecto de Irak que el de Valerie Plame, la agente encubierta de la CIA especializada en misiones contra la proliferación de armas nucleares, cuyo nombre estuvo involucrado en un escándalo de vasta repercusión mediática. Cuando su informe sobre la inexistencia de un programa nuclear en aquel país fue ignorado por las autoridades, y su marido, el ex embajador norteamericano en Irak Joe Wilson, que también había llegado a similar conclusión tras cumplir una gestión oficiosa para la CIA, denunció en The New York Times los falsos argumentos de Bush para justificar una guerra contra Saddam. Desde la propia agencia, y con la intención de desacreditarlo, se reveló en la prensa la verdadera identidad de su mujer y se sugirió (o algo más) que era ella quien lo había enviado al país que presuntamente había vendido uranio a Irak. Total, que la pareja no era confiable.

Doug Liman ( Identidad desconocida , primera aventura de Jason Bourne), y los hermanos Butterworth, sus libretistas, se suman a la revisión (no demasiado incisiva) del pasado reciente y recurren a las fuentes directas -Wilson y Plame, y los libros que ellos publicaron- para reconstruir el caso, pero conservando la doble mirada: por un lado, la cuestión pública, recreada con el nervio y la precisión de un thriller que acierta en la síntesis (la historia ha sido necesariamente reducida) y hace lo imposible por evitar clichés, aunque pudo haberse ahorrado el discurso final, y por otro, el conflicto conyugal que se desata como consecuencia.

Los dos protagonistas, ambos pintados como verdaderos paradigmas de la honestidad cívica y el compromiso con la verdad, tienen reacciones opuestas: la mujer, que de un día para el otro pierde todo, incluida su vida profesional íntegra y buena parte de su mundo personal, opta por la reclusión y el silencio y se muestra quizá exageradamente sorprendida y desencantada por el trato que ha recibido de la CIA; puede suponerse que en tantos años como agente secreto habrá aprendido que el juego no siempre es límpido y las lealtades son bastante inestables. El hombre, en cambio, se rebela y se expone en la calle y en los medios; está empeñado en librar una batalla contra la Casa Blanca sin evaluar el poder del rival. Por supuesto, el matrimonio tambalea.

Liman consigue establecer cierto balance entre el conflicto humano y el thriller de tema político. Y si alguna flaqueza se hace notoria en los diálogos, ahí están los excelentes Naomi Watts y Sean Penn para apuntalarlos con su convicción. Es probable que el actor haya disfrutado de pronunciar muchas de las frases que el film dedica a Bush y a sus partidarios.