Pixeles

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

Jugar limpio

La carrera de Adam Sandler, en los últimos diez años, se ha convertido en una tensión constante entre el juego limpio, acorde a las reglas, y el juego tramposo, por fuera de las normas. Cuando hablamos de reglas y normas, nos referimos a las leyes del cine que ha hecho de Sandler un verdadero autor, un actor que a través de una mirada sobre el mundo supo enriquecer la comedia. En films como Happy Gilmore, Little Nicky, Como si fuera la primera vez, No te metas con Zohan o ¡Ese es mi hijo! es leal a sí mismo y sus espectadores. En adefesios como Golpe bajo – el juego final y Click – perdiendo el control, todo lo contrario. Pixeles, por suerte, es un ejemplo de lo primero, una película donde prevalecen lo lúdico, la aventura, la diversión, por encima de cualquier bajada de línea conservadora o autoritaria.

La premisa de Pixeles es de por sí un tanto insólita, pero va encontrando su verosímil fácilmente durante la narración, haciéndose cargo del disparate que propone: una raza alienígena malinterpreta un mensaje enviado al espacio por los humanos con grabaciones de juegos arcade como una declaración de guerra, atacando la Tierra en la forma de esos videojuegos, en un desafío al mejor de tres rondas, con la amenaza final de destruir el planeta; y claro, será tarea de un grupo de freaks, que son los que mejor entienden las dinámicas de los juegos arcade, el encabezar la última línea de defensa. Que haya una consciencia de lo extravagante de la propuesta no lleva al film al cinismo, sino que sirve para cimentar una trama que probablemente sea la que tenga más efectos especiales en toda la carrera de Sandler, pero donde nunca se hace trampa y se deja de lado a los personajes.

Bajo la dirección de un Chris Columbus que recupera un poco la memoria -parece que todavía algo queda de ese realizador que supo ser guionista de Gremlins y Los Goonies-, Sandler vuelve a mostrar dos de sus mejores características como comediante: retoma ese típico personaje del perdedor que encuentra una segunda oportunidad de manera inesperada, explotando un talento que había quedado adormilado y olvidado; y demuestra una vez más que es un gran jugador de equipo, un intérprete con un talento innegable, que sabe hacer humor casi de taquito, pero que a la vez entiende cuándo correrse del centro y dejar que sus compañeros de elenco exhiban sus propias virtudes. De ahí que Kevin James siga explotando con habilidad su personaje incómodo y a contramano de todo (el Presidente que encarna es una permanente burla a la autoridad); Josh Gad esté desatado y entregue algunos momentos desopilantes; lo de Peter Dinklage sea casi inclasificable; y Michelle Monaghan entable un ida y vuelta sumamente fluido con Sandler, cimentando poco a poco y con coherencia la historia de amor entre ellos.

Pixeles es una película honesta consigo misma y con su audiencia: no pretende ser más que un buen entretenimiento, pero ese objetivo se lo toma en serio y nunca pierde de vista la pasión y pulsión por la aventura, divirtiendo y divirtiéndose. Como una fiesta donde todos están invitados -no sólo los realizadores, sino también el público-, es abierta, sin prejuicios, permitiéndose una nostalgia sin culpas y para nada conservadora, donde lo nuevo dialoga con lo viejo sin interferencias ni menosprecios. Sandler -recurriendo nuevamente a su eterno grupo de amigotes- se hace cargo de que los años pasan y de que apunta a un público familiar, pero no deja que eso lo sumerja en el conservadurismo. Por el contrario, continúa obedeciendo las únicas normas que valen, que son las de la diversión, privilegiando el juego limpio en la comedia.