Pixeles

Crítica de Ignacio Andrés Amarillo - El Litoral

La revancha de los nerds

El título de este texto es, como percibirán algunos, un homenaje al cine de los ‘80. Y tanto en ese sentido como en el literal es una buena descripción de “Píxeles”, largometraje basado en un corto de Patrick Jean, en el que criaturas surgidas de los viejos videojuegos de ocho bits invaden Nueva York. Todo podría desbarrancar entre lo bizarro y la pavada si no se eligiese el sabio camino de tomarse en broma un género (el de las películas de invasiones y salvadores) y una época (aquella década que enseguida fue retro), con su estética y su cinematografía.

Porque si la saga de “Los indestructibles” se consolidó como parodia del cine de acción ochentero que sus mismos protagonistas hacían, acá, las referencias pasan (además obviamente de los videojuegos) por “Los Cazafantasmas” (el cuarteto, los uniformes, la primera aparición del Pac-Man como si fuese el Hombre Malvavisco, la liberación de personajitos varios, Dan Aykroyd) hasta “Día de la Independencia” (la sombra sobre las ciudades, el presidente al ataque).

De ahí a la banda sonora y los videos con los que los alienígenas se comunican, de Madonna a “La Isla de la Fantasía”, y referencias televisivas para pocos, como “Max Headroom”. Y el clásico toque de romance: pero en “Píxeles” ya no es Bill Murray persiguiendo a Sogourney Weaver, sino Adam Sandler haciendo otra vez su personaje del perdedor soltero o separado con un oficio desprestigiado que consigue ser héroe de casualidad (no hace tanto hizo “En tus zapatos”, sin demasiada gloria). Por suerte para él, la película “juega para él”, guiada por la mano firme de Chris Columbus, un director con mano para combinar comedia y acción, formado también en los ‘80 (mucho antes de hacer las dos primeras entregas de “Harry Potter” dirigió “Aventuras en la gran ciudad” y “Mi pobre angelito”; entremedio, fue coguionista de “Los Goonies”).

Así que Sandler puede apoyarse tranquilo en la belleza de Michelle Monaghan (en camino a convertirse en el prototipo de la “MILF joven, todavía no cougar”) y en el talento del mejor actor de la cinta: hablamos de Peter Dinklage, 1,35 metros de expresividad y cinismo, como ya lo saben los fans de “Game of Thrones”.

Equívoco galáctico

Pero ya peroramos demasiado de viejas glorias sin contar nada del argumento. La cosa arranca en el lejano verano de 1982, especie de paraíso perdido para los estadounidenses. En la apertura de un arcade (salón de videojuegos), el juvenil Sam Brenner descubre que tiene un gran talento para los videojuegos, y su amigo Will Cooper lo convence de participar en un Mundial de la especialidad (algo novedoso en esos tiempos, lejos de los deportistas electrónicos patrocinados de la actualidad), donde conocen al niño estrella Ludlow Lamonsoff. En el desempate, Sam pierde en el Donkey Kong contra Eddie Plant. Lo que se nos informa, mientras vemos a Sam caer en el desánimo, es que el registro en video de ese certamen será enviado en una sonda espacial como parte de un compilado sobre la cultura popular terrícola.

Años después, Brenner es un técnico instalador de electrónica, alguien que nunca fue lo que prometía, y Cooper el presidente. Cuando empiecen unos ataques extraños, Cooper llamará a su amigo como asesor, al descubrir la conexión con los juegos de antaño; hechos posteriores y descubrimientos de Ludlow confirmarán la certeza de que una raza alienígena tomó esas imágenes como un desafío guerrero, y propondrá una batalla a todo o nada, al mejor de tres encuentros. Quedará entonces armar equipo entre ellos, Eddie y la coronel Violet Van Patten (la otra pata del duelo hormonal con el protagonista) para salvar al mundo con unos talentos que durante décadas parecieron inútiles: la única opción de redención.

Apariciones

Como dijimos, más allá de la sátira, el ritmo narrativo es el propio de una película de invasión, con picos como la batalla contra Pac-Man y el enfrentamiento final con el peor enemigo posible. Los efectos visuales suman a que todos esos mamotretos pixelados luzcan verosímiles, y suma a la historia la aparición de personalidades reales como Martha Stewart, Serena Williams y un cameo de Toru Iwatani, el mismísimo creador del Pac-Man (mientras que otro actor hace de él).

Por el lado actoral, sumado a lo que dijimos anteriormente, Sandler se hace escoltar por viejos compinches como Kevin James (Cooper) y Josh Gad (Ludlow), que pueden seguir a buen paso ese estilo de comedia. Y ponen lo suyo Matt Lintz (Matty, el hijo de Violet), Brian Cox (el áspero almirante Porter) y la aparición de Sean Bean (cabo Hill de las SAS británicas). Es bueno ver a Jane Krakowski como la primera dama, pero su talento cómico está desperdiciado.

Un hallazgo es Andrew Bambridge como el Eddie adolescente: no parece conseguir otro actor enano que pueda estar a la altura de Dinklage y aprender los mismos yeites al hablar de este peculiar personaje.

Por supuesto, nada de esto sería posible sin la participación de todas las franquicias de juegos clásicos, que seguramente buscarán relanzarse como accesorio vintage para nuevas plataformas digitales: quizás se conviertan en un puente entre los nuevos gamers y los dinosaurios que caminaron la tierra en los tiempos de las polainas y los jeans nevados.