Piraña

Crítica de Rodolfo Weisskirch - A Sala Llena

Sangre y mujeres frescas para adolescentes

No deberían hacerse comparaciones. No me gustaría ser uno de eso cinéfilos que solo resaltan las versiones originales de las películas (aunque la semana pasada no quedó otra que elogiar la remake de Temple de Acero sobre la original de 1969). Por lo tanto lo que va a seguir a continuación es solamente un mero recordatorio para las nuevas generaciones, que no siempre lo bizarro estuvo asociado a la mutilación gratuita, los baños de sangre y cuerpos femeninos al desnudo, como sucede en esta nueva versión de Piraña.

Hubo un tiempo, en el que los jóvenes cineastas buscaban el cine independiente clase B de terror o bizarro para proliferar su mensaje político – social. Tipos pensantes, reflexivos, inteligentes, que se habían criado acaso viendo cine fantasioso y/o de ciencia ficción como Joe Dante o John Sayles necesitaban un medio de expresión que se alejara de los grandes estudios. Por lo tanto buscaban al productor más transgresor que existe en Hollywood, y al que al menos un 70% de los productores, directores y guionistas más poderosos de la “meca” del cine, le deben casi todos sus conocimientos. La escuela de Roger Corman, fue la gran formadora de cineastas que aprovechaban los (cortos) recursos económicos para realizar sus primeras obras, pero además, Corman, fomentó el cine de autor, y sobretodo, el cine revolucionario, transgresor.

Y Piraña (1979) con dos jóvenes que habrían de dedicarse durante el resto de su filmografía a denunciar las tácticas militares (Dante) o los abusos sobre los inmigrantes y la contaminación ambientan en Estados Unidos (Sayles), sería uno de los ejemplos más claros, de cómo el cine de terror, puede ser un interesante vehículo para llevar un mensaje político, incluso utilizando el humor negro y toneladas de sangre.

Acaso, el prometedor director de cine de “terror” francés, Alexander Ajá (Alta Tensión) le tiene miedo a la política o la denuncia social, o simplemente quiso homenajear al cine de animalitos marinos asesinos (Tiburón, Cocodrilo, Orca, Piraña), sin demasiadas pretensiones, por lo que llevó esta adaptación al extremo del producto vacuo y banal, pensado exclusivamente para adolescentes sedientos de sangre y sexo, demasiado influenciados por el cine de Rodríguez, Tarantino y Roth.

Si la original ya contenía una premisa similar a Tiburón, Aja, simplemente decide tirar toda la carne al agua: no solamente la premisa es la misma, sino que también las subjetivas de los peces, algunos planos emblemáticos (como un travezoom), y hasta aparece un actor, vestido igual y cantando el mismo tema de la película original de Spielberg.

El propósito del francés fue muy simple: ser descarnado hasta la médula… en el sentido más literal, y crear un baño de sangre, tripas, desmembramientos, descuartizamientos… para los estudiantes de anatomía será una experiencia placentera, sin dudas.

La acción transcurre en un pequeño pueblo que vive del turismo veraniego en el lago. La cuestión es que en el medio del Festival de Tetas y Culos a orillas de la playa, suceden dos eventos paralelos. Por un lado, un director de cine porno lleva a un par de actrices, el hijo de la alguacil y la chica que le gusta a éste a un crucero para filmar escenas eróticas subacuáticas (como dijo Juan Fernando Lima, el ballet acuático al desnudo es uno de los puntos más altos). Por otro, el lago, sufre un sismo, se abre una grieta y ups, salen de su escondite miles de pirañas prehistóricas ávidas de carne humana… especialmente de chicas jóvenes con siliconas.

El resto es un festín de carne, sangre y desnudos. Todo, de manera tan gratuita, absurda y exagerada, que es imposible tomársela en serio en algún momento, y se nota que Ajá nunca tuvo la intención de hacerlo… pero ¿era para tanto?

O sea, me gusta el gore, me gusta el terror y admito que la tensión está bien creada, pero Ajá quiso ser mucho más gráfico que el propio Eli Roth. De hecho, en sanguinolencia lo pasa por encima (a niveles muy literales) y más allá de los estereotipos, lugares comunes, clisés, etc, hay una seria preocupación por demostrar que casi todas las mujeres que van a ese lago, parecen sacadas de video clips de principios de los 90, de “Baywatch” o de alguna porno grasosa filmada por Michael Bay. Vamos… se puede hacer una película de terror, respetando un poco más a las mujeres. Pregúntenle a Carpenter o Romero sino. Y ellos además filtran sus mensajes políticos, su ironía, su brazo izquierdo de la manera más trasgresora posible.

Pero Ajá ha adolecentizado una obra que debería tener otro tipo de propósito. Como ya dije, no debería hacer comparaciones, ya que las metas de los cineastas jóvenes de los 70/80 y los de ahora son diferentes. Antes, el modelo era Corman, ahora es Jerry Bruckheimer, y así llegamos a esto.

Lo admito. Piraña me divirtió, y mucho por momentos. Tiene momentos muy inspirados. Los efectos son muy buenos, la puesta de cámara y la fotografía videoclipera van acorde a toda la estética buscada. Pero detrás no hay mucho más…

El efecto 3D aporta poco y nada. Algunos planos se notan que fueron hechos, simplemente, para que el espectador tenga algunos objetos justo enfrente de su vista, pero no está bien realizado ni aprovechado el “adelanto” más buscado de la nueva década. No impacta demasiado.

Los cinéfilos se regocijarán con los homenajes a las películas del género y disfrutarán viendo a Elizabeth Shue junto a Christopher Lloyd dos décadas después de Volver al Futuro II, especialmente porque el personaje de Lloyd habla de forma similar al Doc Brown. Idem con Richard Dreyfuss o Jerry O’ Connell más cerca de los desatados mujeriegos que encarnaba a mitad de los ’90, que de los detectives y policías que personificó en televisión.

Con más ideas audiovisuales que narrativas, Piraña 3D es un mero entretenimiento que no se puede comparar con la original, aún cuando, seguramente tendrá destino de culto.

Buen provecho.