Piraña

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Sangre y humor, con dientes bien afilados

Filme de terror que apela al gore, la gracia, la liviandad y el homenaje.

Piraña 3D sería una película completamente tonta -muchos de sus personajes lo son- si se tomara en serio. No es el caso. Tampoco el contrario. El realizador francés Alexandre Aja sabe, como ya lo demostró otras veces, trabajar en varios registros simultáneos: acá combina el terror gore , el humor que deriva del extremismo de ese terror gore -y así se diferencia de tanto filme sádico y solemne-, y el homenaje a grandes películas.

¿Uno de (los tantos) ejemplos? Piraña 3D comienza con Richard Dreyfuss pescando en medio del Lago Victoria, de Arizona, vestido igual que en Tiburón (1978), cantando la misma canción que en aquel clásico inoxidable. Pronto, un movimiento submarino lo dejará en el centro de un remolino y un cardumen de pirañas se lo comerá como aperitivo.

Sin olvidar a Piraña de Joe Dante ni a la secuela de James Cameron, Aja llena a esta versión tridimensional (que podría haber dado mejores resultados en este aspecto) de chicas semidesnudas y jóvenes musculosos, de sol y jolgorio, de hectolitros de cerveza y falta de sentido común, de erotismo soft y violencia heavy . O no tanto: lo impresionante del filme no son los ataques sino sus consecuencias. A un personaje, las pirañas le devoran el pene, en una secuencia tan sangrienta como humorística, que provoca risa y espanto: exactamente lo que busca el realizador.

Hay una sheriff (Elisabeth Shue) que, como suele ocurrir en este tipo de productos, lucha con el dilema de si cerrar o no playas tan pobladas. Más que a una progresión dramática, asistimos a una suerte de sucesión de viñetas, a una bacanal de carne y sangre humanas, con algunos personajes que pegan algún giro un segundo antes de la caricatura.

Pirañas 3D es, además, algo así como una película clase B hecha con producción clase A y, hay que admitirlo, con buenas cuotas de un ingenio deliberamente superficial. Un producto que puede parecer fruto de la estupidez, aunque claramente lo es de la inteligencia para atraer al público juvenil, el que puebla las salas en este tipo de películas.