Piraña

Crítica de Felipe Quiroga - CiNerd

A COMERLAAAAA

Tetas y muerte. Culos y sangre. En el menú no hay mucho más y la mesa está servida para los fans del gore, que –hay que decirlo- a veces nos conformamos con poco. La muchachada está invitada a morfar y a ponerse en pedo con esta sangrienta boludez simpaticona denostada por algunos críticos de paladar refinado. El anfitrión de este festín diabólico es el director Alexandre Aja (ALTA TENSIÓN, ESPEJOS SINIESTROS), quien hizo aún más pelotuda una película de 1978 que no era ninguna obra de arte. Pero también le puso algo de picante a esta nueva versión: las pirañas (cuyo origen es distinto en este remake: ahora son criaturas prehistóricas liberadas de una caverna subterránea por un movimiento sísmico y no animales modificados genéticamente por un experimento) atacan una ciudad turística en plenas vacaciones de primavera, época en la que los universitarios yanquis la pasan bomba: alcohol, música electrónica, bikinis en primer plano. Esa es la entrada.

Plato principal: pirañosaurus. Salen con fritas. Todos sabemos que un buen plato entra primero por los ojos: los chobis están hechos en la computadora y a veces se nota demasiado (¿a esta altura?), algo que no cierra si se tiene a los expertos Greg Nicotero y Howard Berger como responsables de FX y maquillaje, todo old school, sangre y tripas falsas pero que manchan de verdad. Tampoco nos pongamos quisquillosos, pero sí, la larga escena del ataque de las pirañas aguafiestas es lo mejor de la película y es lo mejor por las sangrientas muertes y los desmembramientos. Punto.

El postre es algo decepcionante: (SPOILERS) una mujer sheriff se convierte en la mamá heroína, un nabo inexperto salva a la mina que le gusta (con beso incluido, escape a último momento con explosión y toda la boludez) (FIN DE SPOILERS). Por unos minutos, Aja no parece estar tomándose esto tan en joda como los desquiciados momentos anteriores (“¡Se comieron mi pene!”): es como si después de habernos servido salmón nos trajeran para el postre un poco de dulce de batata con queso cuartirolo (¿??) y nos dijeran que es lo único que quedaba. Todos los que estaban de partuza terminan mal: ¿Y que tal, señor Aja, si las pirañas devoraban a uno de los infumables pendejos? ¿Una mordidita al menos? Mmm, y eso que en la película original sí había víctimas infantiles. ¿Dónde quedó la canchereada? Por lo menos, justo antes de los créditos, hay un firulete más (que no sorprende tanto, ojo) y música al palo, para abrir la puerta a una segunda parte pero, sobre todo, para dejar en claro que nada importa demasiado.

Ya en la sobremesa, medio mareaditos por la cerveza, nos aflojamos el cinturón y charlamos del uso tontolón del 3D (el único que vale la pena. Que se metan Pandora en el cul… perdón, es el alcohol hablando que nos pone barderitos) en el que todo vuela hacia el espectador. Con un palillo nos sacamos de entre los dientes el divertidísimo cameo de Eli Roth (director de HOSTEL), un eructito nos hace repetir la delirante (sobre)actuación de un inimputable Christopher Loyd y con un café bajamos el estúpidamente heroico sacrificio del personaje de Ving Rhames. El sabor en la boca es bueno, pero nada del otro mundo. De todos modos, estamos satisfechos. Comimos como animales.