Piazzolla: los años del tiburón

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Lejos de las limitaciones del documental-tributo, del informe periodístico con “cabezas parlantes” o del ensayo musical solo para iniciados, Piazzolla, los años del tiburón es una película con múltiples facetas que propone un acercamiento rico y profundo a la figura de este brillante artista.

Rosenfeld tuvo acceso a diversos archivos públicos y privados, en especial al de la propia familia Piazzolla, que le permitió conseguir no solo imágenes de sus más memorables actuaciones sino también de su intimidad: fotografías, grabaciones en audio, home-movies en Súper 8. Mucho de esos materiales, además, son inéditos. También están presentes en el relato su hijo Daniel (que expresa en toda su dimensión las sensaciones encontradas ante una relación dominada por la admiración, pero también por la frustración, el resentimiento y el dolor) y su hija Diana (ya fallecida luego de una existencia tan intensa como trágica), que llegó a ser biógrafa de su padre.

El film aborda el genio creativo de Piazzolla (1921-1992), sus incesantes búsquedas para revolucionar el tango y vincularlo con el jazz, sus pasos por Nueva York y Europa, su pasión obsesiva por el estudio y la composición, su necesidad por experimentar y sorprender, pero también su inconformismo, sus desplantes, sus desprecios e incluso sus abandonos hacia los seres queridos, así como su relación de amor-odio con la Argentina, donde siempre sintió que no fue reconocido como merecía (el concierto en el Teatro Colón funcionó, en ese sentido, como una revancha tardía).

La investigación de Piazzolla, los años del tiburón (el título hace referencia a la afición del protagonista por la pesca de esos peces depredadores) es prodigiosa, los testimonios utilizados son los necesarios, la edición es impecable, pero hay algo más que esfuerzos de producción y un buen acabado técnico. Es la mirada del director la que convierte a este film en una experiencias intensa, potente, fascinante. Con mayores o menores hallazgos, Rosenfeld siempre ha conseguido retratos que se alejan de las convenciones, de las fórmulas del documental clásico. Un cineasta con sensibilidad, con ideas, con ansias de experimentación que ha salido más que airoso del desafío de acercarse a una figura genial y al mismo tiempo desconcertante como Piazzolla.