Pesadilla en Calle Elm

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Devaluado regreso de la pesadilla

En 1984, Wes Craven -uno de los guionistas y directores más talentosos e influyentes que incursionaron en el cine de terror- estrenó Pesadilla , película de bajo presupuesto sobre un sádico asesino serial con el cuerpo quemado y filosas extremidades. El film se convirtió en objeto de culto para varias generaciones y el personaje de Freddy Krueger (y el actor Robert Englund) ingresó de lleno en el imaginario popular.

Luego de varias secuelas -la gran mayoría de ellas olvidables-, Hollywood preparó un nuevo reciclaje con un generoso presupuesto (27 millones de dólares, casi 20 veces el del film original) y un amplio despliegue de efectos especiales para desarrollar en términos visuales las pesadillas de los jóvenes y carilindos protagonistas en las que irrumpe el siempre sanguinario y vengativo Freddy.

El problema (uno de los tantos) es que ya no están Craven ni Englund (reemplazado aquí por Jackie Earle Haley, otro actor que ha construido su carrera a partir de inquietantes personajes de perversos y despiadados en films como Secretos íntimos, Watchmen o La isla siniestra ), que el guión de Wesley Strick y Eric Heisserer es un cúmulo de estereotipos y lugares comunes, que la narración del director Samuel Bayer es elemental incluso dentro de un género basado en convenciones, golpes de efecto y guiños como el terror, y que los veinteañeros de esta remake resultan inexpresivos? hasta cuando gritan perseguidos por las filosas garras de Freddy (hace 25 años aparecía en el film original nada menos que un jovencísimo Johnny Depp).

Sí, hay cuerpos mutilados, vísceras y baños de sangre. Sí, hay sórdidas escenas en un colegio, en una cárcel, en una cafetería o en un depósito. Sí, hay vistosas imágenes generadas por computadora que construyen un universo alucinatorio y pesadillesco para estos jóvenes que deben luchar como pueden para mantenerse despiertos y evitar enfrentarse en sus sueños con el omnipresente Freddy. Puede que esa oferta resulte suficiente para que algunos miles de adolescentes decidan compartir el ritual de someterse al festival de sensaciones primarias que ofrece esta Pesadilla resucitada. De cine, lamentablemente, esta vez hay poco y nada.