Personal Shopper

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Más allá de que algunas de sus películas son más “intelectuales” y/o intimistas, a Olivier Assayas siempre le han interesado los géneros (Clean, Demonlover, Irma Vep, Boarding Gate y Carlos, por nombrar algunos títulos). Tras El otro lado del éxito (Clouds of Sils Maria), el director francés vuelve a trabajar con Kristen Stewart. Si en el film de 2014 la ex Crepúsculo hacía de asistenta de Juliette Binoche, aquí es la personal shopper del título; es decir, la encargada de comprarle ropas y joyas por toda Europa (puede tomarse un tren a Londres, Milán o París para conseguirle un vestido o un collar) a una celebridad narcisista.

El largometraje arranca con Maureen (Stewart) entrando a una casona vacía y aislada donde no tardará en oir ruidos extraños y a tener visiones particulares. Su hermano acaba de morir ¿Es él quien se quiere comunicar con ella? La película propone un tono absolutamente realista, pero con irrupciones fantásticas que la acercan al espíritu del subgénero de fantasmas. Lo sobrenatural, de todas formas, son apenas unos insólitos chats telefónicos y, de vez en cuando, unas luces que se mueven o una taza que se quiebra. No, Assayas no hizo Actividad paranormal 157.

Personal Shopper es fascinante, misteriosa e inquietante hasta su media hora final, cuando al realizador francés claramente se le escapa la tortuga, no sabe cómo terminarla y somete a Stewart a situaciones muy cercanas al ridiculo que la talentosa actriz sobrelleva con una entereza y unos recursos expresivos encomiables. Más allá de lo frustrante del desenlace, el film claramente no mereció la andanada de abucheos que le prodigaron muchos acreditados en la función de prensa tras su estreno en el último Festival de Cannes. Algo fallida, es cierto pero llena de riesgo, de ideas y de momentos subyugantes. La revancha le llegaría poco después nada menos que con el premio a Mejor Director. Y, por los riesgos asumidos, se trató de una merecida reivindicación.