Percy Jackson y el ladrón del rayo

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

El ocaso de los dioses

En la búsqueda desesperada de los estudios de Hollywood por encontrar sagas literarias de corte fantástico que luego puedan convertirse en franquicias cinematográficas sustentadas en un gran despliegue de CGI y destinadas al consumo familiar masivo, Fox descubrió las novelas de Rick Riordan sobre Percy Jackson, un típico adolescente de escuela secundaria que descubre que es hijo del mismísimo dios griego Poseidón.

Así, para iniciar una saga que reciclara y combinara elementos de Harry Potter con otros de Las crónicas de Narnia o de La leyenda del tesoro perdido, contrataron a Chris Columbus -responsable de un par de episodios no demasiado estimulantes sobre el joven mago de Hogwarts- para que narrara con cierto vértigo, mezcla de géneros y un (abusivo) despliegue de efectos visuales las peripecias de este semidios que debe devolver a tiempo un rayo robado para evitar un enfrentamiento entre su padre y Zeus que podría derivar en el fin del mundo.

Si la trama puede sonarle al lector no demasiado creativa, le aclaro que la puesta en escena tampoco lo es. Todo parece haber sido diseñado en un laboratorio (o sea, en unas supercomputadoras) y realizado con el piloto automático del profesionalismo más básico. El chico va a la escuela (es disléxico y tiene problemas de atención), descubre que es el hijo de un dios griego, se entrena con sus pares, se enamora de la hija de Atenea, sale de aventuras con la chica y un joven negro (sí, el comic-relief), lucha contra un minotauro, contra un centauro, contra Medusa, contra una hidra, contra el malvado Hades y, en el camino, mientras deambula por Nueva York o Las Vegas, los productores aprovechan para meternos de la manera más torpe publicidades/chivos de I-Pod, de Maserati, de Mac Book Air, etc. Así, llegaremos al Olimpo (de los dioses, no del cine) donde el buenazo de Percy se reencontrará con un Poseidón que lo ha abandonado por exigencia de Zeus (¿Y La Sirenita?).

Las actuaciones (tanto de los jóvenes protagonistas como de las conocidas figuras que tienen pequeñas participaciones) son muy poco memorables y las set-pieces tienen menos gracia que un demo de una empresa de tecnología y resultan, por lo tanto, un mero regodeo de poderío visual sin la más mínima sustancia. Como inicio de saga, Percy Jackson y el ladrón del rayo es bastante probre (en la comparación, Las crónicas de Narnia adquiere una dimensión cercana a la de El señor de los anillos). No sé qué éxito comercial pueda tener ni cómo será su futuro, pero Chris Columbus redondea otro subproducto digno de su mediocre carrera.