Pequeña flor

Crítica de Marcelo Cafferata - LúdicoNews

El cine de Santiago Mitre estaba claramente atravesado por el discurso político tal como lo muestran sus tres primeros trabajos “El Estudiante”, “La Patota” y “La Cordillera”. Sorprende entonces, muy positivamente la llegada de “PEQUEÑA FLOR”, como un aire fresco y revolucionario para su cine: la adaptación cinematográfica –muy libre- de la novela de Iosi Havillo que le permite desestructurarse por completo, jugar libremente con los géneros y sumergirse, inclusive, en el terreno fantástico. Su presentación oficial ha sido como película de apertura en la última edición del BAFICI, teniendo ahora su estreno comercial en salas.

Parte de la “culpa” de esta revolución creativa es la inquieta participación en el guion de Mariano Llinás, un amante de quebrar todas las estructuras narrativas, experimentar, innovar y dejar fluir las historias sin adherir a ningún género en particular. Es así como esta adaptación de la novela narrada en un tirón (un solo párrafo como una gran diatriba interna del protagonista) arranca como la historia “tradicional” de una pareja que enfrenta una profunda crisis.

Por un lado, la crianza de su bebé frente a la pérdida de trabajo del personaje protagónico (José) a cargo de Daniel Hendler. Por el otro, la sensación de vivir en el desarraigo –la pareja vive desde hace un tiempo en Clermont-Ferrand, Francia-, con un José ajeno a esa ciudad, balbuceando un idioma que apenas conoce y teñido de esa otredad de lo que le es completamente ajeno.

La paternidad, el mundo del trabajo, el poder detentado en la pareja por los ingresos económicos, la incomunicación, el choque de culturas y la incertidumbre, son algunos de los temas que se presentan en esta introducción donde, una comedia agria centrada en la crisis de pareja, rápidamente dará varios giros que modifican abruptamente el tono de la película, cambiando diametralmente de registro, invitando al espectador a efectuar un recorrido diferente a lo que parecía proponer en un inicio.

Previamente, una voz en off ya nos ha advertido que el eje de la historia no es estrictamente lo que vemos. Esa voz es la del excéntrico vecino, amante del jazz, al que José visita para pedirle prestada una pala. No sabremos ni cómo sucede, pero lo cierto es que el vecino termina con la pala clavada en el cuello, tirado en el piso con un enorme charco de sangre a su alrededor.

Lo que pareciera tornarse en una típica película de suspenso, entra rápidamente en el terreno de lo fantástico cuando al día siguiente José se cruce con su vecino y, a partir de ese momento, todos los jueves ensaye las mil y una formas –a cuál más violenta- de deshacerse de él, dando rienda suelta a su instinto más animal, a su costado más psicópata.

Y al día siguiente (como una versión sombría y sanguinaria de “Groundhog Day / Hechizo del tiempo”) el vecino estará nuevamente allí, disponible para seguir aconsejándolo sobre la buena vida y la recomposición de su pareja. Los asesinatos, cada vez más crueles, más violentos y también más absurdos, serán acompañados de una resurrección cotidiana que permitirá un nuevo encuentro.

Y es en este delirio donde Mitre se mueve cómodamente en la mixtura de géneros y de giros inesperados, con momentos que tienen tonos de comedia pero también bordean lo bizarro y lo visceral del gore. “PEQUEÑA FLOR” aún en su propuesta distópica, mantiene siempre el ritmo de thriller (psicológico) contenido en un clima fantástico que nunca suelta.

El José a cargo de Daniel Hendler se muestra muy dispuesto a ese juego propuesto junto al vecino, que compone Melvil Poupard (el inolvidable Laurence de “Laurence Anyways” de Xavier Dolan) y juntos hacen una excelente dupla para llevar adelante el tono travieso y lúdico de este nuevo Mitre junto con una notable intervención de Sergi López.

Sólo algunas escenas entre Vimala Pons (en el papel de la pareja de José) y Hendler no logran la química esperada, donde aparentemente el límite del idioma juega una mala pasada, pero no impiden que el espíritu de juego que se libera en “PEQUEÑA FLOR”, haga de este trabajo una muy digna incursión de Mitre en otras texturas.