Pensé que iba a haber fiesta

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

Sé lo que hicieron el verano pasado

No hay nada extraño en PENSE QUE IBA A HABER FIESTA, pero sin embargo es una película extrañísima. Un poco como su título, que si bien es una frase común y cotidiana suena por lo menos curiosa dándole nombre a un filme, casi tanto como ¿QUIEN DICE QUE ES FACIL? en su momento. Ahora bien, ¿cuál es la extrañeza de la tercera película de Victoria Galardi? Ahí está lo complicado: es difícil desentrañarlo. Como decían algunos censores cuando les preguntaban cómo se daban cuenta cuando una película era pornográfica: “no lo sé, lo noto cuando la veo”.

Algo similar pasa con este filme que cuenta una historia bastante pequeña y no demasiado excepcional. Una mujer, Lucía (Valeria Bertuccelli), deja su casa y su hija adolescente al cuidado de su amiga Ana (la española Elena Anaya) para irse a pasar unos días afuera con su nueva pareja (Esteban Bigliardi). Cuando el ex marido de Lucía, Ricki (Fernán Mirás) pasa a buscar a la niña en cuestión, la atracción entre él y Ana -a la que hace mucho no ve- es súbita y entre ambos empieza un romance que tendrá consecuencias imprevisibles. Una fiesta de fin de año -la que da el título a la película- pondrá esta situación, y otras que van apareciendo a lo largo del relato, en tensión.

fiesta3Lo raro de la película, tal vez, tenga que ver con la elección de su tono: medido, discreto, más cercano al tipo de película del cine independiente que a una coproducción internacional distribuida por una major como es ésta. No es un problema ni mucho menos, solo que la “venta” del filme apunta -desde su título y su conflicto principal- a algo más virado hacia el género, pero la película en sí no es eso ni parece querer serlo.

En su estructura (y en su puesta en escena también) parece más una obra teatral del off porteño, con casi una única locación -la muy bonita casa, con patio y pileta- y una estructura que culmina en la fiesta en cuestión, con todos los personajes compartiendo una misma secuencia. Es que además del trío protagónico hay otros conflictos paralelos, como el del personaje de Bigliardi que está preocupado porque su hermano (Edgardo Castro) consume cocaína; el jardinero (Esteban Lamothe) que parece tener una tensa relación con la dueña de casa y otros asuntos menores del funcionamiento hogareño como la bomba de la pileta que no anda…

Pero, más que otra cosa, PENSE QUE IBA A HABER FIESTA se centra en la relación entre Lucía y Ana. Bertuccelli trata de escapar a cualquier registro cómico aunque interpreta a un personaje no muy alejado de la neurótica que encarnó en otras oportunidades, mientras que Anaya (LA PIEL QUE HABITO) interpreta a una actriz española radicada en Buenos Aires que parece ir por la vida un poco como la lleva el viento, sin rumbo demasiado fijo y sin que parezca importarle demasiado.

fiesta2Entre el principio (el “traspaso de mando” de la casa, con una serie de escenas en el patio y la pileta, ya un clásico en el reciente cine nacional) y las idas y vueltas de la fiesta del final, estará el bloque dedicado al nacimiento de la relación entre Ana y Ricki, más esbozada que otra cosa, relación que parece basarse más en el asordinado fastidio mutuo que les provoca Lucía que en algo serio y duradero.

Esa discreción se extiende, con alguna mínima excepción, a toda la película, casi tan asordinada como las intenciones de sus personajes. Ese tono bajo, discreto, de un naturalismo inconmovible (en una escena la chica le pinta los ojos a Ana durante lo que parecen ser minutos), casi sin música incidental, es una elección valiosa y arriesgada que, lamentablemente, no funciona lo bien que debería, o lo bien que -uno supone- los creadores de esta película imaginaron.

Sin el apoyo del género, alejándose de todo tipo de situación de comedia de enredos, evitando cualquier subrayado musical o sobreactuación, la película de la directora de AMOROSA SOLEDAD queda al amparo de la nobleza de sus propios recursos. Que funcionan, pero hasta ahí. Que brillan, por momentos, pero en otros se dejan llevar por una especie de registro opaco, inconducente, hasta banal.

Pense 1Pensaba, mientras veía la película, que Galardi parecía haber apostado a una suerte de realismo de la burguesía, más cercano al tono y los personajes alienados de un Antonioni que a cualquier apuesta genérica. Esa búsqueda tiene puntos de contacto con otras películas argentinas de similares intenciones (se me ocurren las de Ana Katz, Natalia Smirnoff y Paula Hernández), pero todos esos filmes lograban transmitir un poco más claramente su contenido dramático, por más escondido que estuviera y ambiguo que fuera.

Lo mismo pasaba con CERRO BAYO, otra película en tono bajo en la que Galardi también optaba por un registro chiquito y hasta monocorde, pero uno que se sentía más orgánico a lo que se estaba contando. Uno quisiera reportar que la intención de birlarle al género los ingredientes clásicos de la comedia dramática para hacer un drama humano sobre la amistad tuvo resultados extraordinarios, pero en la práctica no termina siendo del todo así. PENSE QUE IBA A HABER FIESTA, finalmente, es un filme curioso, extraño y a la vez muy normal. Como su título, que suena coloquial pero si uno lo repite muchas veces al final no sabe muy bien qué es lo que está diciendo.