Pearl Jam

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Vivitos y rockeando

Pearl Jam estuvo por unas horas en Toronto para acompañar el estreno mundial de Twenty, trabajo de Cameron Crowe (Vida de solteros, Casi famosos, Jerry Maguire: amor y desafío) que recorre en 120 minutos las dos décadas de trayectoria de la banda liderada por Eddie Vedder y, de paso, para tocar en el Air Canada Center durante dos noches (también acompañaron a su amigo Neil Young en la proyección del documental de Jonathan Demme Neil Young Life).

De Pearl Jam se sabe (casi) todo, pero Crowe tuvo acceso a 30.000 horas de música e imágenes, a más de 1.200 horas de material de archivo inédito (incluido muchos VHS de los primeros tiempos), y a largas entrevistas con sus integrantes para, así, conocer detalles de la larga, fecunda y contradictoria historia del grupo y sumergirse en la intimidad del proceso creativo y de las relaciones humanas entre estos cuatro amigos para los que el tiempo parece no pasar nunca.

De Crowe se podía esperar una narración cuidada y potente, así como un know-how y un respeto (casi reverencial) por el grupo, pero Twenty está por encima de la media de los rockumentales de tributo / celebración como es en este caso.

El film arranca reconstruyendo la historia de las bandas que antecedieron a Pearl Jam (Mother Love Bone, Temple of the Dog) y luego describe la escena social y nocturna de Seattle que derivaría en el movimiento grunge (con PJ, Nirvana, Soundgarden, Stone Temple Pilots, Alice in Chains, Blind Melon y Mudhoney a la cabeza).

Crowe (quien fue firma estrella de la revista Rolling Stone y se radicó en Seattle durante aquella explosiva época para filmar allí Vida de solteros, "la" película grunge y retrato de la Generación X) recorre en distintos momentos las influencias musicales (el punk, The Who, los Clash) y de las otras (David Lynch, el surf, el skate, el básquet); el unplugged de MTV que los hizo masivos y su posterior distanciamiento con esa cadena; su explosión que los llevó de clubes a arenas y de arenas a estadios; sus shows en el festival Lollapalooza; el golpe por la muerte de Cobain en 1994; la famosa tapa en la revista Time; las adicciones varias y la rebeldía; el conflicto legal con Ticketmaster; sus ataques al "circo" del rock y su mala relación con los medios, las corporaciones y las discográficas; su admiración y trabajo conjunto con el "profeta" Neil Young; su desaire en los premios Grammy ("no significa nada", dijo Vedder sobre el escenario) hasta llegar a la crisis de fines de los '90 y la catástrofe (9 muertos durante un concierto en el festival danés de Roskille) que en 2000 casi termina con la banda.

La segunda mitad tiene que ver con la caída en la popularidad (casi buscada por ellos con la idea de "controlar el límite de tu propio negocio"), su independentismo a ultranza (dejaron de lado a las discográficas), sus ataques a la administración Bush, sus conciertos benéficos por causas nobles (desde la liberación del Tíbet hasta la campaña pro-voto) y su vigencia, ya instalados en el lugar de clásicos. El final, claro, no podía ser con otro tema que con Alive. Porque los Pearl Jam están más vivos que nunca. Para ellos -a pesar de todo- 20 años no es nada.