Pase libre

Crítica de Diego Lerer - Clarín

Solteros por una semanita

Dos amigos tienen “permisos” de sus esposas en esta discreta comedia.

Los hermanos Peter y Bobby Farrelly han sido precursores -con películas como Tonto y retonto, Loco por Mary y Amor ciego - de un tipo de comedia hollywoodense de creciente éxito últimamente, combinando humor físico, chistes un poco gruesos y personajes masculinos algo frágiles y bastante conflictuados.

Sin embargo, ese modelo de comedia fue evolucionando (los filmes de Judd Apatow y de Adam McKay, películas como ¿Qué pasó ayer? , entre otras), y los hermanos han quedado un poco como reliquias de un pasado reciente. Recuerdos de la década del ‘90.

En su décimo largometraje, Pase libre , los Farrelly no dan grandes señales de renovar su repertorio ni su estilo. Al contrario, creen que volviendo a sus orígenes lograrán refrescarse. Y no es del todo así: Pase libre , comparada con ¿Qué pasó ayer? , por ejemplo (película con la que tiene varios puntos en común), deja aún más en evidencia sus limitaciones. Es apenas un entretenimiento pasable, menor, que nunca cobra ritmo ni convence del todo con sus situaciones.

Rick (Owen Wilson) y su amigo Fred (Jason Sudeikis, de la sitcom 30 Rock y el show humorístico Saturday Night Live ) son casados, pero no pueden evitar hablar de otras mujeres y mirarlas al pasar por la calle, para el fastidio constante de sus respectivas esposas.

Después de un par de confusas situaciones, y agotadas las mujeres (Jenna Fischer y Christina Applegate) de la “baba” de sus maridos, ellas deciden -por consejo de una amiga, que asegura que a ella le funcionó muy bien- darles a ambos el famoso “pase libre”.

¿En qué consiste el asunto? En que durante una semana ambos podrán actuar como si no estuvieran casados, hacer lo que quieran con otras mujeres, y ver cómo les va. Ellas suponen que ellos idealizan su soltería y que, en la práctica, las cosas no les van a resultar tal como imaginan. El tema es que ellas también se toman su propio “pase libre” del matrimonio y, casi sin proponérselo, las cosas les empiezan a salir mejor que a ellos.

Las situaciones cómicas y patéticas (con varios ejemplares del humor “grueso” de los Farrelly en, literalmente, toda su dimensión) se apilan y la proporción de éxito, digamos, apenas roza el 50 por ciento. El “recorrido” de los personajes (especialmente, el de los masculinos) se ve venir desde el principio y los gags no son lo suficientemente graciosos como para justificar del todo el viajecito.

Sin embargo, el filme tiene sus momentos, y la mayoría son producto de las chicas y los romances que terminan encontrando. Y un buen aporte hace la bella actriz australiana Nicky Whelan (como una posible candidata de Rick), aunque no necesariamente en términos actorales...

Sin encontrar del todo el rumbo, los hermanos Farrelly descansan en las chispas que puede sacar el siempre imprevisible Wilson. Pero acá son pocas, muy pocas. Es de esperar que en la ya muy demorada adaptación de Los tres chiflados , los Farrelly puedan volver a encontrarse con lo mejor de su cine. ¿Será posible todavía? ¿O ya es demasiado tarde? «