Partir

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Misterios del amor

Kristin Scott Thomas encarna a una mujer que deja a su marido y se mete en serios problemas.

La estructura, el tema, el conflicto y hasta la presentación de la trama son archiconocidos, pero cuando saltan en la pantalla los sentimientos que afloran en la relación entre los personajes que magníficamente interpretan Kristin Scott Thomas y Sergi López Partir se aleja del clisé del triángulo amoroso para convertirse en un filme dinámico, potente y, a la vez, sensible.

Suzanne llega a sus 40 queriendo volver a trabajar como fisioterapeuta, profesión que había relegado para la crianza de sus dos hijos. Con su marido, Samuel, deciden reacondicionar un sector de la casa que habitan en el sur de Francia para que sea su consultorio. En la refacción conoce a Iván, un obrero español (catalán) y es verlo y enamorarse. Suzanne deja todo por él: marido, hijos, profesión, casa, una vida supuestamente resuelta. Supuestamente, porque si hace lo que hace es que algo (mucho) no cuajaba en su existencia.

Desdibujado el papel del marido (Yvan Attal), más que nada porque es el único de los personajes que tiene un solo perfil –odia la situación, maltrata a su esposa pero está desesperado para que vuelva al hogar-, Corsini se apoya y mucho en el dúo protagónico. Y lo bien que ha hecho. Kristin Scott Thomas es ya una adalid en el cine europeo, francés o inglés, a la hora de encarnar mujeres insatisfechas que viven una realidad romántica que muchas veces las supera y que van más allá de lo que imaginaban. Y Sergi López, al margen de deber cumplir con el physique du rol del macho latino, tiene ese rostro entre angelical y perverso que a Iván le cae como anillo al dedo.

La historia de la burguesa y el proletario es más que un clisé cuando Suzanne hace cualquier locura con tal de mantener a su lado a su amante. Algunas líneas de diálogo ahora leídas (como “Me gusta todo cuando estoy contigo”, dice ella; “Te vas y pierdo el mundo de vista”, le dirá luego él) pueden parecer banales, pero en el contexto en el que las coloca la directora de El ensayo (o La répétition ) tienen un sentido preciso.

Tal vez mantener fresca en la mente la primera escena ayuda poco a disfrutar, si cabe el término, el desarrollo dramático del filme. Un amor loco, apasionado, vivido con intensidad, necesitaba dos intérpretes como los que tiene para redondear un filme que se gana su propio lugar para el público adulto en la cartelera de las vacaciones de invierno.