Partir

Crítica de Fernando López - La Nación

Un intenso drama pasional

Catherine Corsini dirige este triángulo amoroso a cargo de muy buenos actores

La bella señora burguesa secretamente frustrada que, una vez criados los hijos, quiere recuperar una vida propia; el marido poderoso que sólo habla de dinero, la colma de lujos y la exhibe (y la considera) como una posesión más; el albañil fornido, rústico y simple pero respetuoso que pasa largas jornadas en la mansión mientras construye el consultorio donde ella volverá a ejercer su profesión de fisioterapeuta.

Además, muchas horas de obligada convivencia entre la dueña de casa y el obrero.

Todo listo para que el fuego se encienda y se consume el clásico triángulo que, como el mismo film se encarga de sugerir en el comienzo, concluirá con un disparo.

No puede decirse que la propuesta de Catherine Corsini rebose originalidad ni que le tema a los clichés. Cuando la esperada chispa se produce y el trato educadamente cordial entre la dama y el proletario deriva en pasión voluptuosa e incontenible, la reacción del tercero, el engañado, tan convencido de la distancia que separa a las clases que ni siquiera recelaba de esa presencia masculina en el hogar, es violenta y se exterioriza en el terreno donde él lleva las de ganar: el del poder económico. Probablemente su furia procede menos de los celos que de la secreta humillación de sentirse derrotado por un ser que juzga de clase inferior.

Partir quiere ser la radiografía de una mujer cuya crisis existencial se manifiesta en una rebelión contra el orden social que le ha destinado un papel pasivo y que hasta aquí aceptó por comodidad, por negligencia o por subordinación a las convenciones y, al mismo tiempo, la historia de un amour fou , quizá concebido con el pensamiento puesto en Truffaut (de sus films vienen las citas musicales) y en especial en La mujer de la próxima puerta .

Estamos lejos aquí de esa referencia, pero aun así pueden anotarse aciertos en el film de Corsini: en especial el desempeño de Kristin Scott Thomas, Sergi López e Yvan Attal, en ese orden, que transforman personajes esquemáticos en seres vivos turbados por la pasión; la elegancia con que han sido resueltas las escenas eróticas y la admirable fotografía de Agnès Godard.