Paraíso: Amor

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

A la búsqueda de placer

El austríaco Ulrich Seidl tiene sus defensores y detractores en el mundo del cine con su visión feroz y cáustica de la sociedad global. Paraíso: amor es parte de una trilogía donde opina sobre el verdadero turismo de estos días, lejos de las postales edulcoradas de El excéntrico Hotel Mangold y de otros films con gente veterana a la búsqueda de paliar su soledad conociendo nuevos territorios y personajes foráneos.

En este caso, el supuesto paraíso es Kenya, adonde llega una mujer no agraciada en su figura, que superó los 50, invadida por dudas en relación a su destino como madre y viuda. El edén que muestra Seidl invita a la reflexión desde el punto de vista social, pero también, se elige un camino inédito en la obra del director: como si se tratara de una visión sin demasiado lugar para la crueldad, como ocurre con el cine de su colega Michael Haneke, la película se decide por un humor atemperado y corrosivo, ubicado en la vereda del gran creador de Amour y Funny games. En efecto, Teresa (gran trabajo de Margarete Tiesel), es una mujer que no oculta sus miedos ante ese paraíso-resort donde los kenyanos intimidan a la recién llegada. Sin embargo, Seidl no mira ese mundo desde el bisturí cínico, ya que cuenta una relación de pareja entre la confundida Teresa y un kenyano mucho más joven que ella, donde el sexo y el placer actúan como eje central. Ese turismo globalizado que Paraíso: amor desnuda con sutileza, tiene una gran escena cerca del final, donde otras mujeres preparan un particular cumpleaños para la protagonista. Allí la película fusiona a la perfección el retrato social y las ganas de tres extranjeras por pasarla más que bien con un desconocido.