Pañuelos para la historia

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

EL PROBLEMA DE LAS REMARCACIONES

Viendo a figuras sociales argentinas como Nora Cortiñas –una de las máximas referentes de la militancia por los derechos humanos-, puede notarse que en el campo cinematográfico funcionan mucho mejor como personajes cuando se las trabaja desde cómo accionan, contemplan, escuchan o acompañan, pero no tanto cuando hablan. O sea, cuando sus cuerpos y movimientos se convierten en portadores de un discurso plagado de matices e historias, sin necesidad de recurrir al habla. El principal problema de Pañuelos para la historia es precisamente no tomar en cuenta este factor y colocar a su protagonista en situaciones donde siempre se impone el discurso oral.

El documental de Alejandro Haddad y Nicolás Valentini sigue el viaje que emprende la integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora rumbo a la región kurda de Turquía. Allí se reúne con las Madres de la Paz, que perdieron a sus hijos por la violencia y el terrorismo de Estado implementado por el gobierno turco, y que tomaron como modelo de referencia a las Madres argentinas, convirtiéndose en las Madres de Sábado. Hay indudablemente una voluntad didáctica razonable, tratando de explicar las particularidades de la lucha encarada por las madres kurdas, pero también los puntos de conexión con las acciones de Madres como Cortiñas en su confrontación con el horror de los genocidios, las desapariciones y las indiferencias de los respectivos Estados.

Lo mencionado anteriormente no está mal y entra dentro de una lógica entendible dado el tema que aborda el film. El problema es que en largos pasajes solo predomina la remarcación oral, con lo que pareciera que la película solo tuviera como recurso narrativo que Cortiñas comente, pregunte, explique lo que le dicen, remarque y vuelva a remarcar. Esa constante repetición y apelación a consignas ya conocidas e instaladas llevan a que Pañuelos para la historia caiga en un didactismo definitivamente improductivo y hasta aburrido.

Cuando el film se permite construir el viaje de Cortiñas desde el compañerismo con sus pares, los movimientos constantes –“estoy reventada, no hago más que subir montañas”- y hasta sus acciones más vinculadas con su existencia cotidiana, el relato crece en su complejidad y hasta logra momentos conmovedores. Lamentablemente, esas secuencias son minoritarias dentro de una película que peca de redundante y no llega a generar una narración atractiva.