Pendejos

Crítica de Lucía Roitbarg - EscribiendoCine

Extraña juventud

Estructurado en tres actos y una coda, el nuevo film de Raúl Perrone centraliza su atención en jóvenes skaters que merodean por Ituzaingó con sus tablas, viviendo el día a día casi sin ningún tipo de intención o motivación que los conduzca hacia un futuro prometedor. Lo peculiar de este film es la forma de representar que elige, en donde La pasión de Juana de Arco (La passion de Jeanne d'Arc, 1928) de Carl Theodor Dreyer y el cine mudo en general son referentes obligados. Desde un estilo más que personal y único, Perrone construye un submundo que aturde, lo cual no siempre es bueno.

Los personajes de Perrone podrían ser los no personajes: ninguno tiene nombre o al menos pasan desapercibido, apenas se pretende indagar en su psicología y todos se parecen. Lo poco que sabemos de ellos es lo que vemos, porque ni siquiera los escuchamos. Sea como sea, resulta difícil producir un acercamiento a estos seres que deambulan con su skate por la vida. Y el director pronuncia aún más dicha distancia con sus recursos estéticos: emulando al cine silente, sus palabras las leemos, no las escuchamos; y sus vidas se nos presentan como pequeños fragmentos.

La película juega con dos ideas cinematográficas. Aquella más cercana a un registro documental es la que nos muestra a cada uno de estos chicos en su cotidianeidad: andando en skate, comprando droga al dealer del barrio, penando por embarazos no deseados. Este costado angustiante, perturbador y marginal dialoga con una idea menos terrenal. Aquí es donde el film de Dreyer hace acto de presencia, porque cada primer plano que elige mostrar Perrone remite a los de aquel film. Como si cada uno de esos primerísimos primeros planos estuvieran metaforizando el interior de estos jóvenes. Quizás buscando algo más. ¿Quizás una redención?

Hay sí pequeños desarrollos dramáticos dentro de cada acto, que apenas se esbozan, y se muestran casi tangencialmente. Porque lo que termina sobresaliendo mayormente es esta forma de mostrar, que busca el extrañamiento, claro está, pero que termina por abrumar en un film de tan larga duración como este (dos horas y media). La música que elige para el film, y su textura, con rostros endurecidos por el tono gris del blanco y negro refuerzan este entramado con más fuerza. El clima se hace asfixiante por momentos y los tiempos de algunas escenas demasiado largos.

La idea general vale reconocer que es interesante, pero quizás para un cortometraje o un largometraje de corta duración, donde la repetición de planos y situaciones similares no terminen por aburrir al espectador.