Pendejos

Crítica de Fernando Herrera - Mirar y ver

Perros de la calle

Pasó el BAFICI y una de las películas más comentadas de las 473 que fueron exhibidas fue la obra número 30 de Raúl Perrone. Una película notable en más de un sentido, tanto porque se distingue entre lo mejor que se pudo ver en el festival como por su manera de llamar la atención con sus procedimientos formales, que hacen que no se parezca a ninguna de las películas anteriores del director y a la vez se parezca a la suma de todas.
P3ND3JO5, así como está escrito, es en palabras del propio Perrone “una cumbiópera en tres actos y una coda para ver de corrido. De caras / miradas / deseo / amor / drama / tragedia / disparos / imagen cruda en ByN – 4:3″. Parece exagerado, desmedido, ambicioso. Es todo eso y mucho más.
Perrone ha sabido construir toda su filmografía con una notable consistencia. Entre sus marcas de estilo más relevantes se pueden mencionar la naturalidad de los diálogos y la concisión para reducir cada propuesta a lo más elemental. Dos rasgos que se anima a dejar absolutamente de lado en este caso. Lo que queda, lo que encuentra, más allá de seguir siendo absolutamente coherente con sus trabajos previos, es muy interesante.
Una película limbo, con un pie en el pasado y otro en el futuro. Personajes que deambulan y se muestran como fantasmas atemporales. Las precisas coordenadas del conurbano bonaerense que se desdibujan en un viaje hipnótico que cruza el viejo cine de Dreyer con el nuevo de Sylvain George y la ópera con la cumbia electrónica, como si fuera lo más natural de mundo. Y desde ese espacio impreciso interroga al espectador en lugar de ofrecer respuestas. Más que una película para ver es una película que nos mira.