Pendejos

Crítica de Diego Brodersen - Página 12

Un experimento del mejor Raúl Perrone

Puede ser visto como un film mudo musicalizado, un largo videoclip narrativo o un experimento multisensorial. Como sea, la película presenta varios componentes conocidos de la obra de Perrone pero a la vez la actualiza como mirando hacia el futuro.

Raúl Perrone se tiró a la pileta de cabeza. Y estaba llena. P3ND3JO5 es un Perrone en estado puro y, al mismo tiempo, da toda la impresión de ser un nuevo punto de partida dentro de su extensa filmografía. Ahí están todos y cada uno de los componentes de muchas de sus películas, reciclados y reubicados: Ituzaingó, los pibes y pibas de barrio, el vagabundeo, los amores y desamores, la presencia del Mal encarnado en la maldita policía, la poesía de arrabal, las influencias de todo el cine devorado y tamizado por el realizador. Pero lo novedoso es el formato, que entre otras cosas abandona el registro del sonido ambiente, particularmente los diálogos, para abandonarse a un ejercicio formal extremo y extenso, creando un universo que bombea el naturalismo de su obra anterior y lo salpica en dosis apenas necesarias, haciendo a un lado cualquier intencionalidad estrictamente narrativa para concentrarse en tonos, climas, texturas y sensaciones. ¿P3ND3JO5 es cine experimental? Lo es en la medida en que la historia (las historias) queda reducida a su mínima expresión, transformada en simple excusa.

Si el derrotero del cine –y el del arte en general– es una sucesión de imitaciones, homenajes y préstamos estéticos, Perrone ha sabido reconvertir, a lo largo de su extensa carrera, el cine de Jarmusch, Van Sant, Kiarostami y Costa (por nombrar algunos de los referentes más evidentes) a sus propios intereses formales y temáticos. En P3NDEJO5, la reciente moda de la vuelta a algunos de los topos del cine silente le sirve de trampolín para pensar el presente y tal vez el futuro de su cine, como una vuelta a fojas cero. P3ND3JO5 no es una película muda como las de antaño, a pesar del blanco y negro, el formato 4:3, la intervención de los intertítulos para transmitir los diálogos o el uso de diversos iris y máscaras para reencuadrar la imagen, sino un film que utiliza algunas de esas técnicas en su provecho. En otras palabras, todo lo contrario a un homenaje o una imitación superficial a El artista. No es poca cosa, particularmente si se tiene en cuenta el efecto final acumulativo de esta película definida por su autor como una “cumbiópera”.

Desde un primer momento sabemos que P3ND3JOS estará frecuentada por chicos skaters y padres en gran medida ausentes, por “conversaciones” en la vereda o en el banco de la plaza, por esperas y tiempos muertos. Pero a poco de comenzado el viaje, el hábitat comienza a poblarse además por presencias fantasmales, más simbólicas que literales, por presunciones y sobreentendidos. Las miradas son, a partir de ese momento, el leitmotiv de la película; el deseo, el miedo, la duda surgen de los ojos de los protagonistas y Perrone utiliza los primeros planos y la cámara lenta como superficies por las cuales el espectador debe desplazarse para penetrar en los misterios de su última creación.

La música, compuesta por una sucesión de temas ambient y dub de raigambre cumbiera, pero que también incluye algún fragmento sampleado de la ópera Tosca, de Puccini, es inseparable de las imágenes. A tal punto que P3ND3JO5 puede ser visto como un film mudo musicalizado, un largo videoclip narrativo o un experimento multisensorial. En cualquiera de los casos, las emociones primarias que terminan imponiéndose al final del recorrido son la tristeza y la melancolía. Y en un film atravesado por las referencias al cine –de la Juana de Arco de Dreyer vía Vivir su vida (o viceversa) al Antonioni de Blow Up–, el espíritu que empapa el metraje es el de Pier Paolo Pasolini. A fin de cuentas, P3NDEJO5 es un film sobre la carne y el espíritu: cuerpos dolientes, golpeados, mancillados, martirizados; espíritus paganos, anónimos y por siempre vagabundos. Los pendejos de Perrone son santos en miniatura y la religión que practica su creador no es otra que la del cine.