Osos

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Tome usted cualquier documental sobre alguna especie animal, producido en los noventa (o en ésta época también, ¿por qué no?), para la National Geographic o el Discovery Channel. Particularmente sobre animales de la selva o el bosque: Recuerda? Esas imágenes panorámicas de cámara fija con paneo horizontal lento (casi siempre de izquierda a derecha de la pantalla), en las cuales veíamos tremendos atardeceres sobre el Serengueti, o algún monte reflejado en un lago de Asia. Luego el relato en off con voz de una locución tan perfecta como monocorde, y una música que iba haciendo crossfades con el sonido ambiente de la naturaleza.

Un día en la Disney se levantaron pensando: ¿Cómo hacer más plata con esto apenas aumentando el presupuesto? Fácil: caracterizando los animales. Dándoles una entidad más humana aprovechando la tendencia natural a sentir ternura que tienen los televidentes, en especial cuando se trata de cachorritos.

Con la tendencia natural de los documentales a “humanizar” el comportamiento animal sólo hay que escribir un guión para voz en off, cuya vuelta de tuerca consiste en olvidar la información académica, o dejarla en un segundo plano detrás de una hipotética historia. Por supuesto que es necesaria una voz trabajada en términos de actuación. El locutor no va. No vende. La voz debe transmitir sensaciones, humor, nostalgia, tristeza, etc.

Alastair Fothergill deslumbró con la dirección de “La Tierra” en el 2007, lo que derivó en la creación de Disneynature, compañía con la cual comenzó una fructífera relación que empezó a facturar en el 2011 con el estreno de “Felinos de Africa”, 2012 con “Chimpancés”, y éste año con el estreno de “Osos”. Las tres a cargo del mismo director en colaboración con algún amigo.

La fórmula de “Osos” es casi la misma de sus antecesoras: Madre (Sky) con cachorro/s (en éste caso Amber y Scout) a los cuales se les hace un seguimiento, ya no como objeto de estudio sino con la idea de lograr imágenes funcionales al “guión”. Como el ciclo de la vida animal siempre vuelve al mismo lugar, esta “historia” comenzará con el final de la hibernación, para retornar al punto de partida, para recomenzar un nuevo desarrollo cíclico, luego de una temporadita en las preciosas geografías de los parques nacionales de Alaska. ¿Quién no va a enternecerse con oseznos jugando entre sí, o envueltos en alguna jugarreta natural que causa gracia (la escena en la que Scout no puede desprenderse de una almeja, por ejemplo). “Sky está desesperada, temerosa de no volver a ver a su hijo”, dice el narrador. Corte a la cabecita del mismo asomando entre troncos, “¡aaaah!” suspira la platea. Chorrea azúcar de la pantalla.

Como estas imágenes son registros de los animales durante un período, no se extrañe si la continuidad se rompe en mil pedazos porque, recordemos, que hay que contar una historia porque sino aprender es aburrido y, como en toda historia que se precie de tal, hay héroes, villanos, amor, etc. Puede que a los chicos les quede que hay osos buenos, malos, graciosos, perezosos, o que el lobo es recontra villano. Hay algo innegable siendo esa la intención de estas producciones: desde el punto de vista técnico la fotografía, cámara, encuadres, y mezcla sonora son impecable, ahora uno se pregunta ¿qué nos deja?

En lo escrito por éste realizador vale asignar al reino animal todas las características humanas que ayuden a adaptarlo a nuestra forma ver el mundo. Si a eso le sumamos la partitura de George Fenton y la voz (esta vez) de John C. Reilly, cartón lleno. Claro, si escuchamos un “ti-lín, ti-lín” cuando vemos a la cachorrita Amber y un chan” cuando se le acerca algún depredador de turno es más fácil clasific a buenos y malos, aunque esto colabore espantosamente con la distorsión de la realidad y vaya en desmedro de una comprensión real de la importancia (más en esta época) de preservar los ecosistemas.

No es una tragedia, es cine, pero quién escribe piensa, y firma, que pese a su corrección técnica “Osos” (y sus derivados) es un registro documental que por su afán de entretener barato falsea la identidad de la naturaleza, por ende su posibilidades de apreciarla más cercana a lo que es y representa.