Operación regalo

Crítica de Mex Faliero - CineramaPlus+

En Operación regalo Sarah Smith toma la mítica navideña y la utiliza como plastilina, esa histórica materia prima de Aardman, para moldear su propia Navidad.

El cine de animación en la actualidad corre el riesgo de convertirse en un excedente. Con el advenimiento de las nuevas tecnologías, la animación digital ha privilegiado la proliferación de compañías que producen este tipo de films. Lo que antes era sorpresa, ahora es reiteración: a esto sumémosle que la mayoría de estas producciones parecen hechas con el mismo molde con el cual se supone van a seducir al público infantil, que es visto como un cliente antes que como un ser humano que siente y se emociona y juega y pone a velocidad mil su radar de sensibilidades. Entonces, nada más resta esperar alguna revelación aislada (este año fue bastante pobre al respecto: al menos desde lo estrenado sólo brilló la extraña Rango) y, claro está, la confirmación de los grandes autores: sólo falta por ver qué ha hecho Spielberg con Tintín. Y si tomamos en cuenta que este año Pixar la pifió en grande con Cars 2, nos enfrentábamos a Operación regalo con la mínima ilusión de que con Aardman detrás, el film pudiera sobresalir de la media-mediocre a la que nos hemos visto entregados este año.

Y hay que reconocer que si bien Operación regalo no está a la altura de un Pollitos en fuga o de un Wallace and Gromit (¡caramba, quién pudiera!), tiene elementos suficientes como para ser un poco más estimulante que el resto y ser un justo heredero de la firma de Park, Sproxton y compañía. En primera instancia, lo que se observa es que el relato se sostiene con solidez, porque el cuento está bien pensado y estructurado: no hay aquí un festival de chiches para la caja feliz ni una sumatoria de chistes sin sentido, ni un regodeo en la autoconciencia pop, sino un universo que es parodia de otro real, con su lógica y sus reglas internas bien elaboradas. Y si bien se extraña la textura de aquellos muñecos de plastilina -y el mundo propuesto hubiera aceptado coherentemente aquella técnica de animación- Operación regalo remeda amablemente esos universos de la casa Aardman donde la velocidad es igual para la aventura y el humor, con un toque de nostalgia y una burla siempre presente hacia el ánimo modernizador del ser humano: ninguna otra cosa eran esos inventos algo inútiles que creaba el bueno de Wallace.

Podría decirse que el universo de Operación regalo no es autosuficiente porque se vale de la mítica navideña, pero hay que decir que lo que hace el film de Sarah Smith es tomar la esencia, utilizarla como plastilina, para construir su propia Navidad: en esta, los Papá Noel son como una monarquía que va pasando el cargo de generación en generación. Con eso responden las dudas de los más chicos -que se resumen genialmente en el avasallante prólogo- y dan rienda suelta a lo que viene: el Santa del presente está algo avejentado y especula sobre quién continuará su legado, si el tecnologizado y militarizado Steve o el ingenuote de Arthur, quien resume la Navidad en su espíritu bienintencionado y en su rigor para con el rito: no puede haber un niño que no reciba su juguete en Nochebuena, dice. Y eso ocurre cuando una bicicleta se queda por error en el trineo-nave espacial que recorre el mundo, y la acción se desencadenará cuando Arthur y su abuelo, también Santa, viajen al destino para entregar esa bicicleta antes de que la chica que la pidió, se despierte y tome rencor contra el panzón de la risa del jo-jo-jo.

El mundo planteado por Operación regalo, que arranca a todo vértigo y luego se estira un poco, es una excusa ideal para que la gente de Aardman explote todas las posibilidades cómicas, y a su vez se ría de la tecnología, lo militar y hasta la burocracia, sin por ello no ver lo negativo de la excesiva nostalgia sobre el pasado. En el fondo, y por más Navidad que haya, el film es una nueva historia de padres e hijos, de padres que deben reconocerse en sus herederos, y de hijos que tienen que aprender a aceptar a sus padres y saber sobrellevar el rol que la historia les impone. Si bien puede haber ciertos giros sentimentaloides sobre el final, uno los cree porque Aardman es de esas compañías que se preocupan de trabajar sobre los personajes y sus sentimientos, y de hacerlos creíbles ante nuestros ojos. Sin olvidar sus probabilidades políticas -imagínese usted un trineo sobrevolando el mundo actual, plagado de guerras-, Operación regalo encima dice sugerentemente y casi de refilón que Papá Noel puede no existir, que lo que se impone son los buenos sentimientos, y que qué importa si el regalo lo trae un tipo panzón vestido de rojo u otra persona. Una película navideña que es un cuento navideño, a la vez que una reelaboración de esa mítica. Crear sobre lo ya conocido y reinventar: casi como lo que Aardman ha hecho toda la vida con la plastilina.