Non-Stop: Sin escalas

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Ya no es original decir que Liam Neeson se convirtió de acá hace algunos años en un verdadero astro del cine de acción. El hombre se reinventó así mismo; cada tanto podemos verlo ahora en dramas o comedias de tinte social, pero su fuerte de atracción al público resultó ser una suerte de personaje que construyó alrededor suyo.
No es el héroe de acción prototipo de los ’80 lleno de músculos y sin ninguna incorrección; claro, tampoco es el joven galán que se queda con la/s chicas mientras corre la adrenalina por su cuerpo; es un antihéroe, un hombre común arrastrado por la desesperación de la circunstancia (aún encarnando a un policía o un agente cuyo trabajo sea salvar el día); quizás el referente más cercano en su estilo sea Bruce Willis en ciertos aspectos, pero Neeson le gana en su tono parco, recio, y a su vez entrador.
Sí, Non-Stop es otro vehículo para demostrar lo mucho que tiene para entregarle al género, y hay que decirlo, es otro acierto en su carrera.
Películas como esta ponen en una encrucijada a quien tiene que comentarlas, no se puede adelantar demasiado de su argumento que cambia repetidas veces y guarda varios cambios de rumbos. Veamos en resumidas líneas, Liam es Bill Marks un Agente de seguridad de a bordo; se encuentra dentro de un vuelo que se dirige de Nueva York a Londres. Como saben los adeptos al género, estos personajes no pueden tener una misión tranquila; en pleno vuelo Bill recibirá un mensaje de texto alarmante, sino se transfieren U$S150.000.000 un pasajero morirá cada veinte minutos. Con eso alcanzará para el lector, y estamos sólo frente a la premisa principal, sólo hay que agregar que Bill es alcohólico y tiene un pasado complicado.
Más allá del protagónico absoluto del actor que inmortalizó a Darkman, Non-Stop tiene otros ases bajo la manga; por ejemplo, un elenco secundario en dónde encontramos a la eternamente eficaz y todoterreno Julianne Moore (¿Habrá algún papel que no le quede a su altura?), la promesa Lupita Nyong’O, y esa cara conocida de Linus Roache que merece muchísimo más reconocimiento del que tiene.
Son muchos los factores positivos de Non-Stop, pero lo que hace mover tan bien su engranaje, su ancho de espadas, es su director.
Juame Collet-Serra ya no debería tener que ser presentado, cuanta en su haber con films como La Huérfana, la tardíamente reconocida La Casa de Cera, y otro hito en la carrera de acción de Liam Neeson, la sobresaliente Desconocido.
El director catalán le otorga todo lo que un film de este tipo tiene que tener, muchísima tensión, ritmo, clima opresivo, una cuota de acción clásica sin abrumar, un mecanismo de reloj, y unas cuantas vueltas de tuerca que si bien son de un guión que no le pertenece son manejadas con claridad.
Películas como Non-Stop logran que se les perdonen algunos hilos notorios, ciertas incongruencias, y sobre todo ese patrioterismo simple al que Hollywood nos ha acostumbrado. Todo eso viene a descontar, pero en la balanza pesa mucho más el haber pasado un rato demasiado entretenido, en medio de personajes que nos importan, y habernos mantenido realmente aferrados a la butaca.