Noche de miedo

Crítica de Ramiro Ortiz - La Voz del Interior

La ciudad de las venas abiertas

Buenos efectos especiales, buenos actores, buen guión. Todos los factores ayudan a la película Noche de miedo , que en este caso es muy recomendable y se suma a lo mejor y mucho del género de terror y risas nerviosas que el cine norteamericano ha sabido filmar.

Noche de miedo tiene el sello de los años ’80, y el que no tenía el dato de antemano, después descubrirá que eso es porque se trata de una remake de otro largometraje de 1985, y los nuevos autores han logrado en eso también respetar el espíritu de aquélla. Aquélla era una película “pequeña” que se convirtió en objeto de culto de los amantes del terror cómico, pero para algunos mereció una suerte todavía mejor, pese a que logró la segunda mejor recaudación de una obra del género aquel año en los Estados Unidos.

El argumento es remanido, pero en manos de los buenos contadores de cuentos logra su objetivo: asustar, hacer reír, sorprender, mantener en vilo, generar repulsión (en el sentido divertido de la palabra). Un nuevo vecino de Los Ángeles se mudó a la casa de al lado del protagonista. Parece un tipo encantador, pero en palabras de su madre separada, “es demasiado apuesto para estar soltero a esa edad”. Claro, esa edad es la juventud eterna de la que gozan los vampiros desde hace cuatro siglos a costa de succionar yugulares. A Charley se lo advierte su mejor amigo, que está obsesionado con el tema, pero él no se lo cree. Hasta que lo ve con sus propios ojos.

La actual versión de Noche de miedo se reforzó muy bien para rendirle honores. Un elenco compacto, en el que sobresale Colin Farrell, dándole un lunático carisma a su personaje, y la estupenda todoterreno Toni Colette en el rol de la progenitora del chico. En el guión está Marti Noxon, con pasado en la serie Buffy, la cazavampiros , que también se hizo de una legión de televidentes fans de los cuellos cortados durante los años ’90 (y de la que se rumorea que también llegaría al cine).

Y los efectos, ayudados por el 3D, hacen que las venas abiertas de las víctimas salpiquen hacia las butacas.