No mires

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Compartir el dolor

Una premisa clásica bien ejecutada siempre vale por dos y éste es un axioma que el grueso del cine contemporáneo no consigue satisfacer u olvida en el camino del marketing, los caprichos de los responsables o la vastedad de problemas que hoy atraviesan todos aquellos que tratan de reformular los estereotipos de siempre e intentar algo mínimamente atractivo por cuenta propia que no dependa de los esquemas de moda de la época en cuestión. No Mires (Look Away, 2018), segunda película del israelí Assaf Bernstein luego de la digna The Debt (2007), ilustra muy bien esta idea porque en esencia se saltea el fetiche con los fantasmas y lo sobrenatural del terror y los thrillers hollywoodenses actuales y se vuelca al ámbito de los doppelgängers en general y de El Extraño Caso del Doctor Jekyll y el Señor Hyde (Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde, 1886) de Robert Louis Stevenson en particular.

El eje del relato es Maria (India Eisley), una muchacha de 18 años de la alta burguesía que lleva una vida alienada y deprimente cortesía de un padre soberbio, egoísta y autoritario, Dan (Jason Isaacs), una madre dócil y anodina, Amy (Mira Sorvino), una supuesta “mejor amiga” que la considera una mascota ocasional pronta a ser abandonada cuando se desee, Lily (Penelope Mitchell), y un abusón del colegio que gusta de ejercitar su sadismo con ella, Mark (John C. MacDonald). Como el único que se compadece de Maria es Sean (Harrison Gilbertson), el novio de Lily, la joven no tiene mucho margen psicológico para envalentonarse y ajustar cuentas con sus diversos victimarios hasta que conoce a su doble exacta del otro lado del espejo del baño de la hiper lujosa mansión familiar, Airam (también interpretada por Eisley), una adolescente que no está dispuesta a soportar más vejaciones.

Luego de repetidos ninguneos, ataques y hasta una ridiculización colectiva en el baile de invierno de la escuela, Maria finalmente se cansa y deja que Airam ocupe su lugar dándole un beso en el cristal, lo que abre la puerta para que orqueste la separación de sus padres haciendo que la idiota de su madre se entere que Dan, un cirujano plástico, se acuesta con sus pacientas, para que le rompa la rodilla a Mark cuando éste pretendía violarla, para que genere indirectamente la muerte de Lily y para que comience una relación romántica con Sean mientras la policía sospecha de ella por el óbito de su amiga/ compañera de colegio. Sinceramente lo mejor que se puede decir del trabajo de Bernstein -un punto a favor del que carece el 99% de los films de nuestros días- es que no desperdicia ningún personaje porque sabe combinarlos a todos de manera tal que no sólo sumen brío al arco narrativo de Maria/ Airam sino que hasta nos importen sus destinos particulares ya sea para lo positivo o lo negativo, tendiente a que el doppelgänger por fin haga justicia y le ahorre pesar a la chica.

El origen de la Señorita Hyde de turno, el que por supuesto tiene que ver con esa ecografía que recorre toda la trama de principio a fin, asimismo está bien incorporado al convite en función de un tono apesadumbrado que conjuga con eficacia marginación social, bullying, canibalismo afectivo, apatía, depresión, individualismo, esquizofrenia, el amor como propiedad y la execrable obsesión con la belleza “perfecta”. Más allá de la recurrencia a estructuras harto trabajadas en el pasado, se agradece el loable desarrollo de personajes y la presencia de desnudos, una excelente fotografía y un clímax austero y creíble. Sin duda la gran revelación de No Mires es Eisley, una hermosa y talentosísima actriz que ha participado en obras de bajo presupuesto y que aquí puede brillar en términos dramáticos en un rol doble que apuesta a compartir el dolor acumulado en la psiquis de la protagonista dejando que se fracture, se sumerja en la división y dé rienda suelta a una sensualidad homicida pocas veces vista en el panorama mojigato e infantil del cine contemporáneo…