Nessuno si salva da solo

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

El amor hace trampas. A los veinte años muestra una cara, que no es tan parecida a la que se ve diez años después y a veces es totalmente opuesta cuando se llega a los cuarenta. Por allí pasa el foco de la trama del realizador y actor italiano Sergio Castellito, basada otra vez en una novela de su esposa Margaret Mazzantini, con quien había trabajado ya en "Volver a nacer". Gaetano y Delia atraviesan la crisis de la mediana edad. Están separados y se encuentran en un lujoso restaurante para cenar y de paso coordinar qué van a hacer con las vacaciones de sus dos hijos. Pero este tema es una excusa. El motivo de la charla se dispara hacia el desgaste de una relación que empezó con ternura, sexo, pasión y frescura, pero terminó con todo eso hecho pedazos. Ella es nutricionista, él es un escritor, y las frustraciones laborales en una Roma no tan generosa en oportunidades para todos, también los lastima. Y reciente el vínculo. Con algún punto de contacto hacia "Mon Roi" en cuanto a la forma de abordar la crisis de la pareja, "Ninguno se salva solo" también evoca a la secuela de Richark Linkater ("Antes del amanecer"/"Antes del atardecer"/"Antes del anochecer"). Quizá no por el registro casi teatral de esta trilogía, sino porque el nudo es el amor en su laberinto y la manera en que el paso del tiempo convierte en piedra lo que parecía oro y casi nunca sucede a la inversa. La película no deslumbra, pero sí funciona como espejo de lo que pasa en muchas relaciones de pareja. Y sobre el final tiene una vuelta de tuerca que suma. Es a partir de irrupción de una pareja veterana (la mujer es Angela Molina), en la que se plantea la finitud de la vida. Desde allí, el concepto del amor cambiará para Gaetano y Delia. Y quizá sorteen las trampas del reloj.