Nace una estrella

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

A las muchas preguntas que cabían hacerse ante esta nueva versión de Nace una estrella, clásico con Barbra Streisand y Kris Kristofferson (1976) y antes, en 1954 con Judy Garland y James Mason, y originalmente en 1937 con Janet Gaynor y Fredric March, estaba la de cómo iba a hacer Lady Gaga para borrar el recuerdo de Barbra, de Judy, y de Janet...

También, si Bradley Cooper daba para el rol del músico exitoso que mientras cae en espiral decadente conoce y promueve a la cantante que será el amor de su vida.

Pues bien, señoras y señores, esta dupla hace que Nace una estrella tenga una nueva versión que será considerada un clásico.

Algunas cosas han cambiado, y se adivina la mano del coguionista Eric Roth (Oscar por Forrest Gump) en el personaje ahora llamado Jack. Una, ahora tiene un background que explicaría o al menos le da un trasfondo a su historia personal, para ayudar a comprender al artista exitoso que se diría que lo tiene todo, pero cae en la adicción al alcohol y las drogas Otra, y no hay spoiler, la famosa escena en la que (ahora, Ally) recibe un premio y él la avergüenza.

Cooper, que iba a protagonizar esta cuarta versión del filme ya cuando iba a dirigirlo Clint Eastwood, no sólo lo hace a la maravilla, sino que también se encargó de dirigirlo, coescribirlo y coproducirlo. Hay que apreciarlo en los momentos de agonía, no sólo en el comienzo, donde en la relación con Ally todo pinta color de rosa.

La primera aparición de Lady Gaga delante de un micrófono es cuando da una devastadora versión de La vie en rose en un local donde cantan drag queens y al que llega Jack después de un concierto country en busca de alcohol.

Gaga se mete al público -el que está en el cine, también- en el bolsillo y no solamente cuando canta. Su interpretación de Ally está llena de matices, de cambios de humor y aunque en primera instancia parece que no tiene la prestancia o la fiereza y el porte de Streisand, de decir aquí estoy yo, conmueve también en los momentos mas románticos.

Que son muchos a lo largo de los 136 minutos de una proyección que se vive con enorme placer, que se disfruta, y en la que se sigue con deseo cada escena, cada momento y cada encontronazo entre los protagonistas.

Lo que un hombre es capaz de hacer por amor, sea o no un artista, está plasmado en una canción, la del final. Allí Gaga vuelve a hacer estrujarnos el corazón.

¿Que es un melodrama? De acuerdo. ¿Que hay líneas del guión que parecen no estar del todo desarrolladas? También. Pero el conjunto, el combo es prácticamente inolvidable.