Mundialito

Crítica de Fernando López - La Nación

El fútbol es, según el historiador Gerardo Caetano, "un gran escenario de construcción de mitos uruguayos". Como tal, a Sebastián Bednarik y a su coguionista y productor Andrés Varela les llamó la atención el silencio que rodea a una página tan importante como el Mundialito que organizó y ganó Uruguay en 1980. Se sabe que existió, pero permanece en una suerte de nebulosa. "Como un hijo no reconocido", dice el director; no forma parte de esas hazañas recordadas permanentemente, como el Maracanazo o la primera copa del mundo ganada en 1930 en Montevideo. Precisamente, el cincuentenario de aquel acontecimiento fue la excusa para que se realizara la llamada Copa de Oro de Campeones Mundiales, donde participaron todos los ganadores del trofeo excepto Inglaterra, que fue reemplazada por Holanda.

Ese curioso silencio (la Asociación Uruguaya de Fútbol no lo menciona en su página web y la FIFA no lo considera un torneo oficial) llevó a los realizadores del film a revisar la situación política, social y deportiva del momento en que se desarrolló el Mundialito y todos los intereses que se movieron detrás de él. Una extensa investigación los llevó a consultar a dirigentes, jugadores, periodistas, políticos, militares, empresarios, ex presos políticos y artistas y armar con sus testimonios y con rico material fílmico de la época (más el hilo conductor provisto por Caetano, historiador y ex futbolista), una esclarecedora reconstrucción de la época y de sus personajes.

Poco antes, la dictadura militar había convocado a un plebiscito sobre la reforma constitucional con el que buscaba su legitimación: el Mundialito sería la fiesta donde se celebraría el triunfo que daban por descontado. Pero el no a la reforma dio vuelta los planes y en el Centenario, con la consagración de Uruguay en la final, la fiesta fue para los que habían votado por el no y ahora empezarían a cantar "Se va a acabar?".

Cada uno de los entrevistados hace su propia lectura, que a veces incluye un descargo ("Yo no hago política; hago deporte", dice un adusto Havelange), un rescate de la gesta deportiva o alguna sabia reflexión (como la del brasileño Sócrates). El film alude a la manipulación del deporte por parte de los gobiernos y entrega elementos valiosos para alimentar la polémica, pero no toma partido, aunque el inteligente montaje suele hablar por sí mismo al oponer opiniones discordantes (aun entre dos ex presidentes del mismo partido), revelar abundantes contradicciones y apuntar a descubrir los porqués del silencio que aún rodea al torneo.