Morgan

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Cuando lo sintético es terrenal…

A la ópera prima de Luke Scott, hijo de nada menos que Ridley Scott, conviene juzgarla evitando el clásico mote del “bagaje cinematográfico familiar” y todo lo que supuestamente se espera de alguien que creció en el contexto del séptimo arte y decidió seguir los pasos de su padre. En cambio, si nos concentramos específicamente en la obra en cuestión, bien podemos decir que es un trabajo correcto que sin llegar a maravillar, por lo menos consigue exprimir con eficacia los resortes narrativos prototípicos del género que abraza, la ciencia ficción con detalles de terror hermanada a las fases definitorias de la inteligencia artificial y los androides resultantes, cuyos comportamientos suelen ser más “humanos” que los de los propios humanos (en el caso de que todavía consideremos al término con un sesgo positivo, ya que la serie de fallidos por parte de los hombres nos alejan cada vez más del significado vinculado a la bondad y el respeto y nos dejan con la designación seca de nuestra especie).

La premisa del film es muy simple y se centra en la llegada a un emplazamiento inhóspito de Lee Weathers (Kate Mara), una “consultora de gestión de riesgo” de la empresa Synsect, propietaria del lugar y empleadora de un equipo de investigadores encabezado por la Doctora Lui Cheng (Michelle Yeoh). El sujeto/ producto estrella de la compañía es Morgan (Anya Taylor-Joy), una autómata de cinco años de edad -con el cuerpo de una adolescente- que ha nacido a partir de la manipulación genética, la creación de ADN sintético y su introducción en la red neuronal durante la incubación, un combo que generó un organismo biológico híbrido que toma sus propias decisiones en función de su entramado emocional/ cognitivo. El episodio en concreto que motiva la presencia inquisitoria de Weathers es el ataque de Morgan a la Doctora Kathy Grieff (Jennifer Jason Leigh), a quien apuñaló en uno de sus ojos por su disgusto ante el hecho de estar permanentemente confinada en un cuarto.

Weathers pronto descubre que el suceso a su vez fue motivado por un incidente previo, uno que involucra a la Doctora Amy Menser (Rose Leslie), la mejor amiga de Morgan: Menser llevó a la androide más allá de los límites de la propiedad, hacia el bosque circundante, y al ver a un ciervo moribundo, Morgan no vaciló al momento de matarlo para terminar con su sufrimiento. El equipo evaluador, destinado a determinar qué hacer con la joven a partir de estos acontecimientos, se completa con el posterior arribo del Doctor Alan Shapiro (Paul Giamatti), un psiquiatra soberbio y egoísta que presionará a Morgan para saber hasta dónde pueden llegar sus arrebatos de violencia ante la tristeza y la frustración de verse privada de su libertad. El guión de Seth W. Owen juega con la antipatía que provoca la intromisión de Weathers en lo que el personal siente como una familia muy unida, ya que todos -salvo el cocinero Skip Vronsky (Boyd Holbrook)- consideran a Morgan como una especie de hija.

El tópico de los autómatas que se asemejan a los humanos, o que directamente funcionan como una superación lógica de todos nuestros errores, ha sido central en muchas películas, en un espectro que comienza en Metrópolis (1927), pasa por Westworld (1973), The Stepford Wives (1975) y Blade Runner (1982), y llega a las recientes Inteligencia Artificial (Artificial Intelligence, 2001), Robot & Frank (2012), Ex Machina (2014), Chappie (2015) y hasta la excelente serie Westworld, adaptación para la pantalla chica del film homónimo de Michael Crichton. Morgan (2016) se enrola en esta última camada, una que niega la simpleza de los robots de El Día que Paralizaron la Tierra (The Day the Earth Stood Still, 1951) y El Planeta Desconocido (Forbidden Planet, 1956), para optar por un enfoque más filosófico y pesimista en lo que atañe a la capacidad de discernimiento de los hombres en materia de qué es lo mejor para el “crecimiento” de una hipotética inteligencia artificial.

Scott maneja bien la tensión, no se pone remilgado a la hora del gore y obtiene un muy buen desempeño por parte de Mara y la genial Taylor-Joy, la joven revelación de La Bruja (The Witch: A New-England Folktale, 2015) y Fragmentado (Split, 2016), a lo que se suma la presencia del siempre eficaz Giamatti, de Toby Jones (aquí interpretando a otro de los investigadores) y de Brian Cox (en la piel de uno de los ejecutivos de Synsect). A pesar de que la progresión narrativa es previsible, la trama se guarda un par de interesantes sorpresas para el desenlace que asimismo nos retrotraen a ese glorioso discurso anticorporaciones capitalistas que recorre de punta a punta la ciencia ficción, poniendo de relieve -una vez más- que cuanto más se acerca lo sintético a lo terrenal, más queda en evidencia la aptitud del ser humano de proyectarse en las cosas, las herramientas y los artilugios varios que construye para controlar la vida… y que luego derivan en su propia e irremediable condena.