Monsieur Chocolat

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Yo tengo un amigo negro
Aunque desbalanceada, la historia gana atención en sus logrados momentos humorísticos.

No es una analogía, pero lo que le sucedió a Chocolat, el actor que pasó de payaso de circo a actor dramático, tiene lazos que lo unen a su intérprete, el francés Omar Sy. El coprotagonista de Amigos intocables ofrece sus mejores dotes cuando juega la comedia que cuando salta al drama.

Rafael Padilla fue un cubano que emigró primero a España, donde fue esclavo y sirviente, y luego a Francia, donde se ganó monedas en el circo itinerante Delvaux haciendo de salvaje y actuando con un mono. Hasta que el famoso payaso británico Foottit, brillantemente interpretado por James Thierrée, lo convenció de crear un dúo. Fueron los primeros payasos blanco y negro en trabajar juntos, y lo suyo fue tan exitoso que llegaron al Circo de París.

Monsieur Chocolat es políticamente más que correcta en retratar el racismo imperante en la época (fines del siglo XIX, comienzos del XX) y, basada en hechos reales (quedarse después de los créditos), le suma otro rasgo de diversidad que no vamos a adelantar.

Monsieur Chocolat es una crónica de superación, pero también de bajezas, de escupir para arriba sin ponerse de sombrero un recipiente. Como la historia de Padilla hubo, hay y habrá miles, pero el desbalanceo entre la comicidad y el drama es evidente, y se hace mucho menos tolerable cuando el director Roschdy Zem se acomoda en la desdicha. Porque los momentos humorísticos están efectivamente bien logrados. Claro que el racismo no es ningún chiste, y aquí, al final, se opta por el drama.