Mis tardes con Margueritte

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Encuentros cercanos

Gérard Depardieu interpreta a un hombre casi analfabeto que conoce a una encantadora ancianita.

Tendrías que ver a esa abuelita: 40 kilos, arrugada como una amapola, con miles de estanterías en la cabeza. Lo entiende todo”, dice Germain (Gérard Depardieu) en diálogo con... su gato. Tipo simple, casi analfabeto, maltratado de pequeño por su propia madre, a la que cuida como pueda ahora en su ancianidad, Gérard encuentra en Margueritte (Giséle Casadesus, que tenía 95 años cuando filmó esta película, y ya tiene dos títulos más...) algo así como un soplo de vida en una existencia por demás gris.

El realizador Jean Becker (el de Verano caliente , con Isabelle Adjani) pinta con más trazos a Germain que a Margueritte, a quien prácticamente vemos solamente sentada en el parque, leyéndole a Albert Camus o Romain Gary a su nuevo amigo, a quien conoció mientras alimentaba (y contaba) las 19 palomas a las que Germain había nombrado una por una.

Germain está construido a partir de viñetas, de encuentros con terceros, amén de alguna que otra frase que él mismo dice en voz alta y donde se pierde el sentido de unidad del relato, delatándose demasiado la mano del director.

No es Mis tardes con Margueritte una película, por ejemplo, que vaya a tener su remake hollywoodense. No porque no sea entretenida y con mucho almíbar, sino porque no es el tipo de cine -de actuación, de diálogo, de miradas- que les guste a los estadounidenses. Así, es básico que las actuaciones de los protagonistas, y del resto del elenco, sean de excepción para llevar el filme a buen puerto.

Y vaya que lo son. Trate de recordar el lector la última muy buena actuación que vio de Depardieu, quien recientemente estuvo eligiendo productos -no filmes-, a excepción de algún título con Chabrol. Estando solo ante la cámara o acompañado por Casadesus, lo suyo es brillante, y es el mejor gancho para seguir las vicisitudes de un hombre solitario, junto a otra mujer solitaria, en un encuentro cercano en el que el término amar puede conjugarse de la mejor manera imaginable.