Mis tardes con Margueritte

Crítica de Emiliano Basile - EscribiendoCine

Dialogando con Margueritte

Productor y director de El jardinero (Dialogue avec mon jardinier, 2007), Lois y Jean Becker, reiteran temáticas en Mis tardes con Margueritte (La tête en friche, 2010), película protagonizada por Gérard Depardieu donde la relación entre dos personajes de diferentes clases culturales desembocará en una entrañable amistad.

Germain Chazes (Gerard Depardieu) es un robusto jardinero limitado intelectualmente por su infelíz infancia, que pasa sus días entre trabajos rústicos, el bar con sus amigos y la plaza donde le da de comer a las palomas. Una tarde como cualquier otra empieza a dialogar con Margueritte (Giséle Casadesus), una ancianita que disfruta hablar con él sobre literatura. Todos los días se encuentran a leer juntos fomentando una particular relación.

Gerard Depardieu –de gran actuación- compone a un hombre cincuentón, culturalmente limitado pero bonachón, querido por todo su entorno. Bruto por momentos, lento en otros pero siempre con buenas intenciones, corre la suerte de ser estafado como vemos en el comienzo del filme. Para eso necesita de las armas que le dan la educación y para suplir esa falta aparece Margueritte.

Tal como sucedía en El jardinero, el hombre rudimentario tiene mucho que enseñarle de la vida al intelectual y viceversa. Por ello el valor de la amistad es tan importante para los protagonistas. Entre largas charlas acerca de la vida –con carácter algunas veces filosófico, algunas veces existencial- los personajes adquieren un aprendizaje imposible de lograr sin el intercambio con el otro.

Con un humor simple y llamo, Mis tardes con Margueritte tiene la forma de comedia costumbirsta pero esbozando toques de melodrama y fábula según el momento del relato. Pero si hay un tema que atraviesa todo el filme es la necesidad de la narración como conector de realidades, de sentidos.

A partir de las historias que los personajes se cuentan mutuamente comprenden, entienden y disfrutan más sus realidades cotidianas. Sus vidas se complementan por la relación que establecen pero es el relato, las narraciones extraordinarias, las que los unen en su fantasía familiar. Germain les da nombres a las palomas, habla con su gato y cuida a sus plantas, mientras que Margueritte establece su universo alrededor de sus libros.

Jean Becker vuelve a entregarnos una fábula tierna y simple con Mis días con Margueritte, una agradable propuesta (basada en el libro de Marie-Sabine Roger) que destaca la sencilla calidez de sus personajes para hablar, una vez más, de las relaciones humanas.