Mis tardes con Margueritte

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

Con el estilo intimista, humano y fraternal que ha caracterizado la obra más reciente del realizador Jean Becker, Mis Tardes con Margueritte es un película pequeña y entrañable, espléndidamente interpretada. La fortuna de vivir y Conversaciones con mi jardinero son dos films anteriores de este director vinculados estilísticamente con esta pieza, que se ocupa de la cálida y singular relación entre un maduro sembrador y comerciante de legumbres, casi analfabeto, y Margueritte, una erudita anciana, apasionada por la lectura, ex investigadora y militante de la Organización Mundial de la Salud. Por casualidad este hombre se sienta al lado de ella en un parque y lentamente empiezan a compartir el amor por las palomas, y los diálogos sencillos que tocan circunstancias de la vida, de las pasiones y el arte. Y alrededor de ellos, familiares y afectos que serán partícipes significativos en las reacciones y las vicisitudes por las que atraviesan. Una madre desequilibrada, y un grupo de amigos posesivos en el caso de él y un sobrino desapegado en el caso de ella, entre otros. El inmenso, en todo sentido, Gérard Depardieu y la formidable Gisèle Casadesus sostienen una tierna y esperanzada trama, que no deja de ser una historia de amor.